sábado, 28 de febrero de 2015

Pide un deseo

Mi madre me ha preguntado ya varias veces qué quiero para mi cumpleaños. Cumplo 22.

Y solo se me ocurre una cosa. Libertad.

Libertad de mí misma. De recuerdos, de remordimientos, del terrible peso de la procrastinación, del miedo. Aunque el miedo empieza a parecer una buena brújula para saber exactamente lo que tengo que hacer: todo lo que me da escalofríos solo de pensarlo. Hace unas semanas, hablando de mis planes de futuro (o falta de los mismos), me escuché decir una frase que nunca hubiese esperado de mí: "Me apetece mucho hacerlo, porque me da muchísimo miedo. Y nunca he hecho nada que me dé miedo". Aun así, estaría bien no tener que pelear tanto. Quiero libertad de mis dudas; qué fácil sería tenerlo todo así de claro, ¿verdad?

Libertad de otros, también. De culpas que me caen encima y que, quizá, no me merezco. De compromisos que se me piden porque los asumo, pueda o no. De prejuicios y esquemas que no me valen, que no me representan, que no quiero y que aun así están grabados dentro de mí sin que me dé cuenta, y de los que tengo que deshacerme uno por uno, a pura fuerza de voluntad.

Libertad del tiempo, que para ser tan curativo y tener tanta capacidad de orden -al fin y al cabo, pone a cada uno en su sitio- también es egoísta y ajeno a nuestras necesidades de al menos 30 horas al día. What a bitch.

Libertad del espacio que, por alguna razón, se niega a doblarse a nuestro antojo y deja lejos todas las cosas que desearíamos que estuviesen cerca. Y algunas cosas que deberían quedarse bien lejos se meten hasta la cocina. What a bitch, el espacio también.

Libertad, en definitiva, para hacer lo imposible. Que se debe poder hacer, porque ahí están los seres humanos extraordinarios, liberados o por lo menos ajenos a sus cárceles. Que no me gusta quejarme, ¿eh? No me lo tengáis en cuenta. De eso también tengo que liberarme.

Para mis 22 quiero libertad. Y, por supuesto, Libertad. Sobre todo, Libertad y compañía.

Sopla y pide un deseo...

miércoles, 25 de febrero de 2015

Una vida de aprendizaje

La gente piensa en la educación como algo que se puede terminar. Y lo que es más, cuando se acaba, es como un rito de iniciación. Has acabado la universidad, ya no eres un niño y por tanto cualquier cosa que te recuerda al colegio, leer libros, tener ideas, hacer preguntas... eso son cosas de niños. Ahora, eres adulto y ya no lo haces. Todo el mundo espera no tener que aprender más y les hacemos sentirse avergonzados de volver a intentarlo. Si tuviésemos un sistema de educación con ordenadores, cualquiera, a cualquier edad, podría aprender por su cuenta y seguir sintiéndose interesados. Si disfrutas aprendiendo, entonces no hay razón para que dejes de hacerlo a una edad determinada.

Me parece que cuando sea el momento de morir, y ese momento nos llegará a todos, encontraremos cierto placer en pensar que hemos utilizado bien nuestras vidas, que hemos aprendido todo lo que hemos podido, reunido del universo todo lo que hemos podido, y lo hemos disfrutado.

Solo tenemos este universo y solo tenemos una vida para tratar de atraparlo, de comprenderlo. Y aunque es inconcebible que nadie pueda entender más que una mínima porción, por lo menos pueden intentarlo. 

Qué tragedia sería simplemente pasar de largo y no llevarte nada.

-Isaac Asimov

 Aquí el cómic completo

Cuando digo que quiero acabar la universidad, me refiero a que quiero dejar de examinarme. Quiero que mi valor deje de ser un número determinado en un examen y empiece a ser todos los factores complejos y cambiantes que percibimos en una persona. Quiero dejar de pelearme en clase con otras quince personas igual de listas que yo por sobresalir delante de un profesor que ni siquiera se sabe mi nombre, y quiero empezar a sobresalir delante de mí. Delante de quienes me importan y a quienes les importo. Quiero hacer cosas importantes, cosas que cambien la pequeña porción de mundo que me ha tocado cambiar.

Cuando digo que quiero acabar la universidad, nunca, por nada del mundo, estoy diciendo que quiero dejar de aprender. Porque el día que deje de tener curiosidad, que ya no quiera saber cómo funcionan las cosas y las personas, el día que prefiera quedarme en casa y escoja lo malo conocido a aventurarme a superar el miedo, ese día dadme por muerta y enterrada. Porque quiero acabar la universidad, pero no quiero acabar nunca de sorprenderme.

sábado, 14 de febrero de 2015

Como perros

Los perros son animales muy tontos.

Casi todos los perros que conozco se mueren por probar el chocolate, te miran con esos ojos grandes y esa carita de pena y te piden que les des un trocito. Y tú, que sabes que se pueden quedar ciegos y que es lo peor que podría pasarles, no les das el bombón. Podrías explicarles por qué les estás negando eso que tiene tan buena pinta y que tú estás comiéndote con todo el gusto, pero no van a tener la amplitud de miras suficiente para comprenderlo. Así que siguen pidiendo, y tú negando, y ellos lloran y se enfadan y te tiran de los cordones de las zapatillas porque quieren un bombón.

Y me pregunto cuántas veces habré sido yo como un perro, ladrándole a la vida para que me dé esa oportunidad, ese día, ese viaje, ese cambio que tanto quiero. Míralo, qué buena pinta tiene, mira cómo otras personas lo están disfrutando. Dámelo, dámelo, dámelo. Lo quiero. Y la vida, el Jefe, me mirarán con lástima, pensado "pobrecita, no sabe que ahora no toca. Que todavía no. Que esto no le conviene. Que le esperan cosas mejores".

Somos demasiado pequeños, estamos demasiado ciegos, para comprender el gran esquema de las cosas. Para comprender por qué esto no. Así que tendremos que fiarnos de que el Jefe sabe qué nos viene mejor. Aunque cueste. Que al fin y al cabo, si el perro es el mejor amigo del hombre... Habrá que fiarse.


jueves, 12 de febrero de 2015

2. Descripción de una situación estática

"Un templo nuevo, rectangular, sin más historia que la que presencia cada día. A los lados del Cristo crucificado se abren grietas en la pintura blanca; las paredes están invadidas de humedad y de ese frío que se mete en los huesos y se hace fuerte. Es la misa de familias y los primeros bancos están llenos de niños y adolescentes, al fondo los ancianos que miran, unos sonriendo y otros con reprobación, las distracciones de los más pequeños. Sobre el altar, el pan y el vino esperando a que el sacerdote, con alba blanca y casulla verde, los atienda. “Y Jesús, la noche en que iba a ser entregado...”.
A la derecha, tres familias se arrodillan y agachan la cabeza, en solemne silencio. Algunos pequeños los imitan, protestando por lo frío y lo duro que está el suelo, riendo y empujándose unos a otros. Una de ellos, de pelo negro y sonrisa traviesa, le quita a su madre el pañuelo que ha dejado a su lado y gira, bailarina a destiempo, delante de los primeros bancos. Al fondo, todos los ancianos prendidos de las palabras del sacerdote. “Tomad y comed todos de él...”. Entre los abrigos de pieles y las boinas suaves, ablandadas por el uso, crujen las articulaciones cansadas y una respiración más forzosa que las otras. Una mujer, la mayor de la comunidad, apoya la frente en sus manos enlazadas y desde la silla de ruedas murmura con el celebrante. “Después, tomó el cáliz...”.
Junto al altar, en un círculo de sillas de madera desvencijadas e incómodas, un grupo con guitarras que, de pie, sostienen en difícil equilibrio sus instrumentos. Uno ajusta las cuerdas enredadas en el clavijero, ajeno a la consagración. “Lo dio a sus discípulos, diciendo...”.
Un bebé protesta y su llanto atraviesa el silencio. Pasos apresurados y la puerta que se abre y se cierra; el sonido llega ahora atenuado mientras su padre lo arrulla en el patio. Su hermano pide permiso para salir también, aburrido por la larga ceremonia, y su madre le pide un minuto de paciencia.
Haced esto en conmemoración mía”.
El sacerdote se arrodilla ante el cáliz y la patena y por un momento, se detiene el aire. La bailarina no gira, los ancianos no se acomodan, las guitarras sostienen sus cuerdas, niños y mayores pendientes del milagro. Y después de segundos que quizá sean años, el hombre, de pelo blanco a juego con su vestidura, se levanta.

Se incorporan las familias, suspiran los ancianos despegando las rodillas del suelo congelado. La madre ajusta la bufanda del niño y le deja salir a jugar, en el coro se preguntan unos a otros qué cantamos ahora. El momento ha acabado."

Para los que lo preguntáis, todavía no hemos empezado a corregir, así que no puedo aclararos qué pretenden exactamente estos ejercicios. Pero, para la próxima semana...

3. Descripción de una situación en movimiento. (Sugerencia: un museo, entrada y salida del metro, las taquillas de un cine...)

viernes, 6 de febrero de 2015

1. Descripción de un objeto

En la habitación azul destaca como un faro un cuadro en violentos tonos rojizos. A la luz de un sol moribundo, tres figuras negras, de miembros largos, ondulantes, alzan sus armas contra la manada de antílopes que, sin verles, se aleja hacia los límites de la escena. El marco contiene su huida y el cielo ensangrentado se rasga al ritmo de tambores inaudibles. Los soldados swahilis llevan mantos del mismo color que cubre a los antílopes, hombres y animales moldeados con la misma tierra, seca bajo sus pies, punteada con lanzas de hierba negra. Las hojas del único árbol se han rendido ya al calor y, teñidas de ocre, esperan que se levante una mínima brisa nocturna para caer, derrotadas, y retornar a las raíces. En la Tierra, los colores compactos dibujan una escena violenta; en el cielo, la tela rota por líneas negras se asemeja a la telaraña diseñada por un dios inmisericorde y, quizá, indiferente.


¿Vosotros habéis escrito algo? Y para la próxima semana...

2) Descripción de una situación inmóvil (sugerencia: un parque, el Metro, un café, un atasco...)

martes, 3 de febrero de 2015

Un beso de amor verdadero

El beso de amor verdadero. Ese beso que despierta a los durmientes, devuelve voces, transforma a la rana en princesa y hasta resucita de la misma muerte. Ese beso que es, o solía ser, el objetivo final de todas las princesas Disney. Pero aunque todas seamos princesas -sí, sí, hasta vosotros, hombretones, sois princesas de vuestro propio cuento-, Disney nos ha mentido vilmente.

Ni el primer beso tiene por qué ser perfecto ni de amor, ni tu príncipe azul tiene por qué salvarte, ni todos los finales son felices. Las cosas que no se han hecho nunca suelen salir regulares, el hombre de tu vida quizá esté ahí solo para acompañarte y, aunque hay que esperar lo mejor, no está de más prepararse para lo peor. Os puede parecer una mentira, pero la vida es mucho más complicada de lo que las películas de Disney nos dejan ver.

Pero, y aunque esto me ha costado aprenderlo, lo importante no es tener tu final feliz. Lo importante es seguir intentándolo.


domingo, 1 de febrero de 2015

Agradecida y emocionada...

Hoy, he estado hablando con mis niños de hacer el bien y de recibir el bien. Hemos llegado a la conclusión de que, aunque se nos ocurrían muchas personas a quienes le daríamos una cinta azul como reconocimiento por su impacto en nuestra vida, era difícil pensar en quién nos la daría a nosotros. ¿Un amigo? ¿Un compañero de clase? Y, lo que es más, aunque para nosotros estaba claro que nuestros padres, abuelos, amigos y profesores merecían nuestra cinta azul, no estábamos seguros de que ellos lo supiesen.

¿Por qué?

Parece ser que decimos poco, muy poco, gracias. Gracias de verdad, no las gracias que se dan cuanto te pasan la sal o te sostienen la puerta. Gracias por tu ayuda. Gracias por tu escucha. Gracias porque eres una persona importante para mí y, sin ti, mi vida no sería la misma. Lo decimos poco o nada, pero estamos dispuestos a cambiar esta tendencia.

Así pues, gracias, querido lector, porque estás aquí. Y sin nadie que me leyese, sería solo una mujer loca hablando sola en Internet. Gracias por aguantarme. Gracias.

Y gracias, querida persona a quien conozco en persona, por quererme, por aguantarme, por escuchar mis discursos indignados, mis divagaciones feministas, mis crisis existenciales. Gracias por llevarme a museos, contarme cuentos, acompañarme al cine, leer lo que escribo y aguantarme, en general. Gracias porque, sin ti, mi vida no sería la misma. Sé que esto es un poco vago, pero no me quiero poner más emotiva de lo necesario. No obstante, tranquilo: te lo diré en persona.

Os invito a que esta semana, deis las gracias a alguien. Gracias de verdad. Y que a su vez le invitéis a dar las gracias. Algo así como la cadena de favores: la cadena de reconocimiento. Vamos a poner de moda dar las gracias.