domingo, 1 de febrero de 2015

Agradecida y emocionada...

Hoy, he estado hablando con mis niños de hacer el bien y de recibir el bien. Hemos llegado a la conclusión de que, aunque se nos ocurrían muchas personas a quienes le daríamos una cinta azul como reconocimiento por su impacto en nuestra vida, era difícil pensar en quién nos la daría a nosotros. ¿Un amigo? ¿Un compañero de clase? Y, lo que es más, aunque para nosotros estaba claro que nuestros padres, abuelos, amigos y profesores merecían nuestra cinta azul, no estábamos seguros de que ellos lo supiesen.

¿Por qué?

Parece ser que decimos poco, muy poco, gracias. Gracias de verdad, no las gracias que se dan cuanto te pasan la sal o te sostienen la puerta. Gracias por tu ayuda. Gracias por tu escucha. Gracias porque eres una persona importante para mí y, sin ti, mi vida no sería la misma. Lo decimos poco o nada, pero estamos dispuestos a cambiar esta tendencia.

Así pues, gracias, querido lector, porque estás aquí. Y sin nadie que me leyese, sería solo una mujer loca hablando sola en Internet. Gracias por aguantarme. Gracias.

Y gracias, querida persona a quien conozco en persona, por quererme, por aguantarme, por escuchar mis discursos indignados, mis divagaciones feministas, mis crisis existenciales. Gracias por llevarme a museos, contarme cuentos, acompañarme al cine, leer lo que escribo y aguantarme, en general. Gracias porque, sin ti, mi vida no sería la misma. Sé que esto es un poco vago, pero no me quiero poner más emotiva de lo necesario. No obstante, tranquilo: te lo diré en persona.

Os invito a que esta semana, deis las gracias a alguien. Gracias de verdad. Y que a su vez le invitéis a dar las gracias. Algo así como la cadena de favores: la cadena de reconocimiento. Vamos a poner de moda dar las gracias.

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