jueves, 27 de junio de 2013

Latinoamérica.


Hay tantas cosas que no se compran que, a veces, me pregunto para qué tenemos el dinero.

martes, 25 de junio de 2013

Creamos

Ya os he hablado más veces del Hogar Creamos: donde vivía Santi, donde irá el dinero de la Marcha Reto del Montserrat... La semana pasada fui por primera vez al Hogar. Después de tanto oír hablar de ellos, de tantas fotos e incluso alguna llamada de Skype, por fin estaba allí.

Podrías pensar que lo que más impresiona es la habitación de los bebés, donde hay unas ocho cunas con sus respectivos bebés, todos recién despertados de la siesta, blanditos y llorones, esperando a que una de sus mamitas les cambie el pañal. O quizá Carla, que llegó con quemaduras en brazos y cabeza y todavía tiene que llevar una especie de máscara protectora que le oculta toda la cara. O que a la hora de la cena todos, incluso casi los más bebés, tengan que comer solitos porque no hay manos para tanta boca.

Pero no. Para mí, lo que se me grabó fue que, una vez me cogieron confianza, me oyeron llamarles por su nombre (dieciséis nombres en un día son muchos, por cierto) y querían jugar conmigo, me llamaban mamá. Igual que a todas sus cuidadoras. No saben lo que significa esa palabra, no saben que mamá sólo hay una. Así que tienen cuatro o cinco.

Aunque, por otra parte... Mejor que no tener ninguna.

Cochabamba-New York

Mucha gente me ha dicho que, al llegar a Nueva York, les parece familiar. Son tantas las películas, las series, las noticias cuyo fondo es Nueva York, que sienten que caminan por un decorado, por un sitio que ya habían visitado antes.

Yo no he ido a Nueva York. Pero llevo año y medio viendo fotos, vídeos, llamadas de Cochabamba. Ahora, camino por sus calles y todo me parece nuevo y, a la vez, no. Es familiar, aunque no haya estado nunca. Es una sensación extraña de conocimiento-desconocimiento.

Es mi Cochabamba-New York.

lunes, 24 de junio de 2013

Os presento a... Tatiana

Tatiana es una niña del Preefa. Tiene 17 años, aunque su voz, sus palabras y sus actos son los de una persona mucho más pequeña. Tatiana acude de lunes a viernes a este colegio de educación especial y en la clase de repostería aprende a cocinar para, cuando sea mayor, tener un oficio. Esto, que parece tan simple, para Tatiana es muy complicado. No sabe leer ni escribir una receta, y a sus manos les cuesta mucho coger el lápiz para hacer las letras.

Hoy, mientras el resto hacían sumas y dictados, Tatiana y yo hemos estado practicando la letra i. Aunque ella la reconoce y sabe bien cómo se hace (curvita para arriba, curvita para abajo y un punto encima), ha llenado toda una página de su cuaderno con montañitas, como ues invertidas. Inútil repetirle la letra, guiarle la mano, ir por partes... En cuanto le pedía que hiciese una i sola, volvía a sus montañitas.

Pero, de pronto, ha hecho un palito. Y otro. Y otro, y otro, y otro. Toda una línea de palitos. Y después, todos sus puntos encima. Qué triunfo. Qué alegría, al comprender que era eso lo que le estaba pidiendo. Qué sonrisa tan amplia llevábamos las dos al salir al recreo, con una página entera llena de palitos.

Os lo aseguro. Nunca una i había provocado tantos aplausos.

domingo, 23 de junio de 2013

Por supuesto

No des nada por supuesto. No asumas que hay cosas que te van a ser dadas sin esfuerzos, porque es tu derecho. Como mujer o como hombre, como adulto, como ser humano... No lo des por supuesto. Porque, a veces, no es cierto.

No des por supuesto el aire. Por estar situada en una depresión, en la que casi no corre el aire, los gases de motores e incluso el polvo que se levanta de las calles sin asfaltar, Cochabamba es una de las ciudades más contaminadas de América Latina.

No des por supuesto el agua potable. En Cochabamba, todas las casas están provistas de sus botellones de agua, porque la del grifo no se puede beber.

No des por supuesto el agua caliente. En Cochabamba, del grifo sólo sale agua fría. Para ducharte, puedes calentar baldes de agua o, si eres muy afortunado, tendrás un artefacto con una resistencia eléctrica que calentará el agua. Todo depende de la presión del agua y de que, claro, la haya.

No des por supuesto la educación. Aún existiendo colegios públicos, la jornada escolar es tan corta y el transporte tan difícil, que muchos niños de Cochabamba no pueden asistir diariamente a clase, porque sus padres no pueden invertir una hora en llevarles y una hora en ir a recogerles, si van a estar allí sólo tres horas. No compensa.

No des por supuesto ni siquiera a tus padres. Sólo en el Hogar Creamos hay dieciséis niños que, con menos de cinco años, han sido abandonados y muchas veces maltratados, porque sus padres no podían mantenerlos o nunca los habían querido. Y ellos son los que tienen suerte porque, al fin y al cabo, tienen a sus "mamitas" y podrán jugar, ir al cole y crecer siendo niños. Otros niños no serán acogidos en un hogar y se verán obligados a vivir en la calle, trabajar, sufrir desnutrición extrema e incluso engancharse a las drogas a los nueve o diez años.

No des por supuesto todas esas cosas que crees que son tuyas por derecho. Porque, en cualquier momento, en cualquier parte del mundo, a alguien se las pueden estar quitando.

miércoles, 19 de junio de 2013

Toma de contacto

Hora local: 7:25 am
Hora española: le sumáis seis, que yo soy de letras vaga.

Aterriza en el diminuto aeropuerto de Cochabamba un avión cochambroso que suena a "Me voy a partir en dos según toque tierra" y una agotadísima yo desciende. Y diez minutos y una batalla perdida contra cuatro maletas después, se hicieron las lágrimas. De emoción, por supuesto. Todo bueno. Es lo que pasa cuando llevas año y medio sin ver a cuatro personas: que te llegan todas de golpe, y colapsas.

Las primeras veinticuatro horas fueron así, colapsantes: todo abrazos, abrir maletas, descubrir regalos, descubrir la casa, descubrir un trocito de ciudad (poca, de momento), redescubrirnos. Las segundas veinticuatro, exceptuando el abrir maletas... También.

Cochabamba es una ciudad boliviana. Por tanto, ya os podéis imaginar que no es rica. Vista desde el aire, parece un pueblo que se extiende y se extiende, hasta llenar todo un valle. Es, además, una de las ciudades con más desigualdad económica del mundo: te puedes encontrar, al lado de una cholita y su bebé pidiendo en la calle, un coche de 50 000€. Es una cultura, un ritmo de vida, completamente distinto.

Necesitaré tiempo para conocerlo un poquito y poderlo contarlo bien. De momento, os dejo palabras que os deberán ser familiares: para salir a la calle, uno se pone la chompa (no la chaqueta); de camino a la escuela, puedes tomar un choripan o unas salchipapas; en la clase de pastelería, puedes hacer un queque muy sabroso y, si lo rellenas de chocolate o dulce de leche, se convierte en una torta de cumpleaños la mar de decente; para comprar prácticamente cualquier cosa, puedes ir a la Cancha; y para llegar allí, se toma el trufi;  no se dice "¿Vale?", se dice "¿Ya?"... Y sobre todo, no se quiere mucho: se quiere harto. Harto, harto, harto.

Sé que es poco lo que de momento tengo que contaros. Pero, ya sabéis lo que dicen: mejor calidad que cantidad. 

domingo, 16 de junio de 2013

Despegamos

Señores pasajeros, les agradecemos que viajen con este blog estos dos meses.

Se prevén horas de aburrimiento y precipitaciones abundantes al despegar y aterrizar. La temperatura será agradable y la realidad, completamente distinta.

Por favor, abrochen sus cinturones y abran sus mentes, porque están a punto de llegar a dos meses de intensa invasión Bolivariana boliviana.

Y recuerden, dos meses pasan muy rápido, sobre todo cuando son intensos. No vale la pena echar de menos. Disfrutemos el momento.

Esperamos que disfruten del viaje.

viernes, 7 de junio de 2013

Ya tengo los billetes.



Tengo mi billete para el gran viaje,
el que tiene las mejores vistas.
Tiene montañas, tiene ríos,
tiene vistas que dan escalofríos,
pero seguro que sería mejor contigo.

Todos los viajes son promesa de algo. Son la puerta a lo desconocido, la excitación de lo nuevo, lo exótico, lo interesante. Para mí, un viaje es promesa de días buenos. Me gustan los despegues porque parece que, con esa sacudida en el estómago, dejas en tierra todas las preocupaciones, las dobles intenciones, las miradas de reojos. Dejas todo lo que no quieres llevarte que, normalmente, es todo.

Los viajes son mejores con gente. Porque así no tienes que orientarte siempre tú, y puedes adormilarte sin peligro, y si te pones a gritar de emoción porque "eso lo he dado en historia del arte", puedes agarrar a alguien del brazo como si se lo estuvieses contando y  no pareces tan desequilibrada.

Pero en una semana emprendo viaje. Sola. No voy a encontrar lo desconocido: voy a buscar lo que me falta desde hace año y medio. Están rodeados de cosas nuevas y radicalmente diferentes a mi realidad, pero ellos son los mismos. Y por eso, siento que voy a casa. Y por eso, no me asusta viajar sola.

Aun así, me queda sitio en alguna maleta o, si no, en el recuerdo. Si queréis, os llevo conmigo.