viernes, 31 de mayo de 2013

Amigos de papel

Hoy empieza la Feria del libro de Madrid.

Por desgracia, yo tengo un examen y esta entrada lleva programada una semana. Pero no pasa nada, porque estoy absolutamente segura de que lo que voy a decir es tan cierto ahora como lo era cuando lo escribí.

La Feria del libro seguramente sea uno de mis acontecimientos preferidos. Con la de cosas que pasan en esta ciudad. Pero, quiero decir, ¿a quién le sorprende? Allí me llevaban mis padres de pequeña cuando ya me ponía insoportable, porque había demasiada primavera en la calle como para estar en casa. Allí me compré esos libros baratos y guarrindongos que mis padres no me habrían consentido ni pedir, con la excusa de que en la excursión del colegio sólo me dejaban llevar 8€. Allí celebré el fin de dos Selectividades. La mía, y la tuya. ¿Te acuerdas? No creo... Pero sí, lo hicimos.

La Feria del libro es sol y lluvia y parque y tarde fuera y familia y amigos y risas y buen rollo. Y libros. Millones de libros. Y millones de personas allí reunidas, asfixiadas en un paseo de coches reducido a la mitad donde, obviamente, no cabe tanta gente. Pero allí están, reconociendo la importancia de la palabra. Sí. La Feria del libro es algo verdaderamente grande.

Este año quiero comprarme algo de Whitman. Y de Benedetti. Y de Kavafis. Lo reconozco, este año me ha dado por la poesía. Pero, al fin y al cabo, ¿qué es la poesía sin el olor a libro, viejo o nuevo, y ese rumor de hojas pasadas lentamente y ese tacto áspero tan suave de un papel que ha sido tocado mil veces? La poesía hay que leerla en papel, no hay pantallas que valgan. Y este año quiero que haya mucha poesía en mi vida.

Bienvenida de nuevo, mi querida Feria del Libro.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Extenuación.

He de confesarlo: estoy agotada. Extenuada. Tengo sueño todo el rato, me duelen partes del cuerpo que no sabía que podían doler, se me ha quitado hasta el hambre. Sólo me apetece tumbarme en la hierba y aprovechar los segundos de sol que podamos tener antes de la próxima tormenta. (Por cierto, primavera, yo creo que ya, ¿no? Deja el año sabático y ¡haz tu puñetero trabajo!).

Pero no puedo hacerlo. No puedo coger una de esas cervezas que manda la Fnac con sus pedidos a domicilio y convertir el Retiro en la República Independiente de mi Casa, porque tengo que hacer todas esas cosas que dejé para "después de exámenes" y "antes de Cocha". Es decir, que como siempre mis vacaciones están más atareadas que mi curso escolar. Que alguien me explique cómo lo consigo...

Pero esto no es una entrada de queja. Todo lo contrario. Es una acción de gracias. Porque cada agujeta, cada segundo de sueño perdido, cada minuto que paso en el coche corriendo de un lado a otro, significan que estoy viva. Que tengo cosas que hacer, que me ilusionan mis planes, que estoy hasta arriba de obligaciones que yo solita me he buscado porque me importan las personas y los proyectos en los que estoy involucrada.

Sé de muchos de mi clase que, acabados los exámenes, se van a dedicar a ver series, a dormir hasta las dos, a tirarse en la playa y, si hay suerte, a emborracharse y bailar mucho y fuerte. Es muy respetable y, seguramente, no estarán cansados. Pero yo estoy cansada. Gracias a Dios, que estoy cansada. Porque sólo los que están vivos se cansan.

Y ahora, si me disculpáis, me voy corriendo, que todavía tengo regalos que comprar. ¡Agur!

lunes, 20 de mayo de 2013

Sólo carne...


"Para ti, mi corazón. Arrancado de mi pecho. Estoy eviscerada. Y si pudiera, hundiría mis dedos en mi pecho y arrancaría mi corazón y te lo daría, una masa palpitante de diátesis mórbida. 
Además de mi corazón, hay algunos pequeños órganos que quiero darte. Glándulas, mollejas, carne variada..."

Hay gritos que se te quedan dentro para siempre. Hay regalos que nunca darás. Hay un millón de vidas que no vivirás, que quizá sólo serán vividas por otras tús en otros universos. Sí, creo en la teoría de los universos múltiples. Por qué no.

Hay tantas cosas que son imposibles, simplemente porque tengo un cuerpo, pedazos de carne que me atan.

Pero, al mismo tiempo, hay tantas cosas posibles, porque mi mente y mi alma nunca han sido prisioneras de mi carne. Y me llevan donde yo quiero.

Wonderer...

sábado, 18 de mayo de 2013

Stendhal

Ir a un museo no es caminar de un cuadro a otro, mirarlo durante una cantidad de tiempo razonable -no sea que quien de verdad sabe algo de esto piense que somos unos incultos- y pasar al siguiente. Igual que escuchar música no es pasar una canción detrás de otra en un mp3 sin dejarlas ni siquiera acabar, y leer un libro no es pasar las páginas hasta llegar a la contraportada.

No hay que ser un experto en Historia del Arte, no hay que conocer los periodos y las técnicas y los artistas. Yo misma sé tan poco de todo lo que me gusta, que me da miedo. Pero no hay que saber mucho para sentir mucho. El Arte nos hace humanos, nos desafía, nos invita a mirar a los ojos de lo incomprensible y admirarnos de todo lo que el hombre no puede abarcar.

El Arte no es una experiencia intelectual; es una experiencia humana.

Y así lo ha vivido tanta gente que, ante un cuadro, sentían que la belleza y la significación de la imagen les sobrecogía hasta el punto de perder el conocimiento. Así lo definía Stendhal:

"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".

Lo más cerca que he estado yo de este sentimiento fue, efectivamente, en Italia. Por eso, entre otras cosas, debo volver: para encontrar las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados.




viernes, 17 de mayo de 2013

Música

Para algunos, la música es sólo ruido, o algo que poner de fondo mientras cocinas, o lo que te entretiene en un viaje largo. Pero yo tengo la compulsión de acumular recuerdos, y los meto donde puedo: fotos, libros, lugares y, por supuesto, canciones.

Así que Sínkope me sabe a pesto y a una soledad tan infinita como el mundo. Y Fito es como volver a casa después de un día especialmente difícil; un lugar seguro. Marea huele a hierba recién cortada. Extremoduro, a lluvia. Aunque nunca me he drogado, creo que un porro se parece bastante a Nirvana. Better Man, de Pearl Jam, no se ve, porque se escucha en una habitación a oscuras, una y otra vez, durante toda una noche. Pink suena a las tardes de mi adolescencia más difícil, la que estaban llenas de rabia contra el mundo. Boikot es duro y cansado como dormir en la calle un quince de mayo. Los Beatles son todo lo que no viviré. Talco, todo lo que viviré si me atrevo. Serrat es una curva del Duero y los olmos con iniciales grabadas.

Mi vida se basa en asociaciones, en cadenas de causas y consecuencias, en pilas y pilas de sensaciones que no se olvidan y no se atenúan, se acumulan. Escuchar un par de notas y asignarles un recuerdo es para mí automático. Por eso, no os extrañéis si me veis llorar con los cascos puestos. No preguntéis por qué no quiero volver a escuchar una canción, o por qué no puedo parar de reproducir otra. A veces, la misma.

No intentéis entenderlo. Como en tantas otras cosas, en esto soy una contradicción con patas.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Os presento a... Embarrados.

Embarrados es una ONG que, para mí, tiene caras, nombres y apellidos. Voces, manos, olores. Embarrados no es una organización anónima ni para mí, ni para sus cincuenta y tantos socios, y por eso, quiero presentaros a...

Embarrados

Esta diminuta ONG surgió cuando un matrimonio de amigos cogió su vida perfectamente planeada y la tiró a la basura, porque lo que querían hacer era viajar hasta El Alto, Bolivia, y hacer algo importante y tremendamente significativo con ella. Y lo hicieron. Cambiaron las vidas de todos los niños con discapacidades físicas y psicológicas que hoy, en lugar de estar escondidas, acuden al centro de educación especial Mururata.

Pero también cambiaron la vida de todos los que se quedaron aquí. En concreto, cambiaron la vida de sus amigos, que se vieron conmovidos y empujados a ayudar en todas las formas posibles. Así, fundaron Embarrados, una asociación enfocada al desarrollo. No voy a escribir mucho, no quiero aburriros, pero podéis encontrar los proyectos con los que colabora y mucha más información aquí.

Hoy en día, para mí y para mi familia Embarrados tiene una importancia capital. Porque, junto a mucha más gente, están colaborando con los proyectos en los que mi hermana, en Cochabamba, está metida hasta las cejas. Envían dinero, apoyo y todo el cariño que son capaces de reunir. Y contribuyen a que su labor sea conocida.

Y ayer, Embarrados (con la ayuda de los niños del colegio Montserrat I) consiguió ganar la votación y convertirse en la beneficiaria de la Marcha Reto, que destinará el dinero recaudado al Hogar Creamos. Ya conocéis Creamos: era donde vivía Santi, el hijo de Marisol. Os los presenté en la primera entrada de esta sección. Por favor, visitad el blog de la Marcha Reto. Apoyad el proyecto. Ved esta presentación, y entended por qué es tan importante para mí y para todos los niños de Creamos.

Si me conocéis en persona, seguramente en estos días intentaré venderos papeletas de la Marcha Reto. Permitidmelo, por favor, y convertíos en parte de algo tan importante.

Y, si os apetece, dejadme que os presente al resto de Embarrados.

martes, 14 de mayo de 2013

Sacasó.

Ayer acabé los exámenes finales del segundo cuatrimestre de mi segundo año de carrera. Estoy ya en el ecuador, por tanto. Así que pensé que iba a ser un gran momento en mi vida, que iba a marcar un límite de algo. Que, vete tú a saber por qué, me iba a sentir diferente. Así que pensaba escribir una emotiva entrada sobre cómo la universidad me había cambiado la vida (que lo ha hecho) y cómo este va a ser el mejor verano de mi vida (que lo va a ser) y de todos los planes increíbles que tenía para celebrar el ecuador de mi carrera, ya que no parece que en mi clase se esté planeando ningún chupiviaje en amor y compañía.

Pero no.

Porque resulta que he acabado los exámenes y lo único que me apetecía era, salvando a un profesor, ir por todos los despachos de los impresentables que me han tocado en suerte estos meses y decirles que son unos pesados, unos inaguantables, unos profesores aburridos, monónotos y que, además, no tienen ni idea de lo que significa ser profesor. No han cumplido los horarios, no se han preparado las clases, por supuesto no han acabado el temario (que en segundo de carrera ni siquiera se haya nombrado a Tirso de Molina en clase, o que se ventilen a Góngora en dos horas...) Mire, señor mío, no estoy pagando semejante dineral para que usted se ría de mí en mi cara. No han examinado ni mucho ni bien, y las notas se han puesto claramente por favoritismos.

Pensaréis que estoy tan enfadada porque he suspendido. Pues no. De hecho, las notas que me han dado han sido muy buenas, y espero que las que me quedan por saber tampoco me decepcionen demasiado. Pero yo no estoy en la Universidad para sacar nota, no os equivoquéis. Estoy para aprender. Para que me desafíen intelectualmente, para que me estimulen, para que despierten mi curiosidad sobre todo lo que mi campo tiene que ofrecer. No estoy ni para hacer la pelota, ni para hacer el imbécil, ni mucho menos para echarme un pulso con cuatro impresentables que no quieren enseñar, sino una plaza fija en la que poder investigar. O tocarse el bolo, ahí ya no me meto.

Así que no, no hay entrada emotiva. Porque estoy muy, muy crispada con mis profesores de este cuatrimestre. Y porque, además, no se lo puedo decir a la cara. Así que, sin dar nombres -porque, ante todo, tengo educación, no como ellos-, simplemente les dedicaré este vídeo.


Sublime, Álvaro Carmona.