viernes, 26 de junio de 2015

Por qué Beckie0 es importante

Dejadme que os presente a Beckie (Rebecca Brown). Beckie es una youtuber británica de 22 años, vive en Londres, trabaja en Lush, estudió cinematografía y cada semana sube aproximadamente un par de vídeos a sus dos canales de Youtube, Beckie0 y TrichJournal. Beckie es importante por sus ganas de vivir, de disfrutar, de hacer algo importante con su vida; por sus fuertes convicciones, que no tiene ningún inconveniente en esparcir a lo largo y ancho de toda la red; por su obsesión con el chocolate, los gatos y el color rosa.

Beckie es también importante porque sufre tricotilomanía, un trastorno en el control de impulsos que hace que quiera arrancarse el pelo, cabello a cabello. Este trastorno la ha llevado a tener grandes porciones de su cabeza totalmente sin pelo, e incluso a afeitarse completamente hasta tres veces en los últimos diez años. Ahora mismo, seguramente no os daríais cuenta de su batalla diaria, porque está intentando que crezca. Aun así, no ha dejado de arrancarse el pelo, ni de tener la necesidad de hacerlo; también ha luchado contra largos periodos de depresión e incluso tendencias suicidas.

Todo esto no lo sé porque la conozca personalmente. Nunca he interactuado con ella. Pero ella ha documentado su vida desde aproximadamente los 16 años en Internet, con una honestidad brutal. En su canal hay vídeos felices, típicos de este tipo de vloggers (Pregunta a Beckie, Tours por su habitación, Hauls...), pero también grabaciones a altas horas de la madrugada, sin maquillaje, sin guión, puro sentimiento. Normalmente ira, tristeza, frustración y la derrota ante una época particularmente mala con su tricotilomanía.

Beckie es importante porque además de la lucha que todos debemos afrontar -encontrar tiempo para todo, no dejar que los días malos arruinen los buenos, descubrir qué quieres hacer con tu vida, qué quieres ser, cuál es tu huella en este mundo-, ella tiene una carga más sobre sus hombros. Y aunque, estoy segura, lo fácil sería hacer vídeos divertidos que solo muestren la parte bonita de su vida, el corte del director, ella ha decidido enseñar también el backstage. Beckie es ejemplo de que nadie es completamente feliz, todo el mundo tiene una fachada tras la que esconderse. 

No todo lo que se esconda tras una sonrisa tiene que ser tan dramático como una enfermedad mental, pero el caso es que es fácil pensar que la vida de famosos o semifamosos, como los youtubers, es tan perfecta como la pintan. Y la trágica realidad del ser humano es que, a veces, es tan solo eso: una pintura.

Si habláis inglés, os invito a pasaros por su canal. A ver cómo habla de su trastorno, con aceptación y honestidad, pero también a disfrutar de sus ansias de futuro, de su -a pesar de que lo niegue- incansable optimismo. Os aseguro que es toda una experiencia.

lunes, 22 de junio de 2015

Y juntos volver... ¡a empezar!

He acabado la carrera. Igual no lo he dicho lo suficiente en los últimos meses. He acabado la carrera. He acabado la carrera. ¡He acabado la carrera!

He acabado la carrera y todavía no me lo creo. He tenido que volver varias veces a la facultad a varios papeleos y a la graduación; todavía me queda un viaje seguro, en siete u ocho meses, para recoger mi título. El papel que certifica que soy graduada en Estudios Hispánicos, que he acabado la carrera. Y aun así cada vez que paseo por esos pasillos imposibles llenos de escaleras y con un olor peculiar me parece que en septiembre volveré, que el paisaje del curso que viene será el mismo.

Y no. En septiembre, u octubre, estaré en Salamanca, empezando algo completamente nuevo. Hoy he hecho burocracia para matricularme en el máster y para pedir plaza en una residencia. Voy a vivir sola, a un par de horas de casa, pero sola. Voy a estudiar un máster lleno de asignaturas que, ojalá sea verdad, prometen maravillas. Todo esto porque he acabado la carrera.

Y hoy, justo hoy, he empezado a trabajar. No cuidando niños, no dando clases particulares: un trabajo. De siete días, vale, en el Arcángel, vale, pero un trabajo, con su horario, su contrato, su jefa y sus responsabilidades. Mientras me daban de alta en la Seguridad Social, me han dicho "¡Qué emoción! ¡Entras en el mundo laboral!". Y me ha dado un vuelco el estómago. Es cierto. He acabado la carrera y, aunque voy a seguir estudiando por lo menos un año más, lo cierto es que entro en el mercado laboral. Entro en el mundo de los adultos.

No sé muy bien cómo me siento. He acabado una parte inmensa de mi vida, una parte que no creía que acabaría nunca. No solo la carrera. Mi época de estudiante (aunque sí, me queda al menos un año. Posiblemente más. Pero hasta aquí estaba todo claro: Primaria, ESO, Bachillerato, Universidad. ¿Y después, qué? Por eso, quiero decir, acaba mi época de estudiante. La época que recorría con el camino marcado, por la senda segura). Acaba, de alguna manera, la zona de seguridad, y el mundo entero se abre ante mí. Y yo con una balsa de ramitas, me lanzo a navegarlo. No sé cómo me siento, pero es abrumador y emocionante, terrorífico, alucinante, estresante, y está lleno de posibilidades. The world is my oyster.

Todavía no sé cómo me siento. Pero pienso aprovecharlo.

sábado, 20 de junio de 2015

Selfies de la semana

Esta semana no va a haber selfies. A lo mejor no vuelve a haberlos nunca. No los habrá en el blog, de eso estoy casi segura, aunque espero que sí los haya en mi Instagram, en mi móvil, en mi vida. Pero un mes después, doy por acabado el proyecto y, como ya os contaba, no me gusta acabar las cosas y no examinarlas. Así que allá vamos.

Ha sido un mes interesante.

No quería que todas las fotos fueran simplemente un primer plano de mi cara, así que he tenido que pensar qué iba a hacer ese día, qué iba a enseñarle al mundo de aquellas 24 horas que valiese la pena enseñar. Y a lo mejor es porque estaba ya casi de vacaciones y no me he pasado el día en la facultad y en la biblioteca, o puede que al verme obligada a pensar algo único de aquel día lo haya acabado encontrando, pero a lo mejor y solo a lo mejor, cada día de este mes ha valido la pena. Cada día del último mes ha tenido un momento, una emoción, una fotografía que, en mi opinión, valía la pena enseñar. Para una persona que se ve habitualmente sumergida en el caos, en la prisa y la rutina, tener un recordatorio visual de que cada día es único -no necesariamente bueno o alegre o memorable, pero sí diferente de todos los demás- es muy importante. Solo por eso, ha valido la pena.

Pero además, he aprendido muchas cosas de mí. He aprendido que puedo hacer fotos bonitas, interesantes, divertidas, aunque no me sienta en mi mejor momento, aunque tenga uno de esos días en los que el pelo se rebela y tienes los ojos hinchados y las ojeras por los pies. Porque lo importante, surprise surprise, no es mi aspecto sino el sentimiento que intente transmitir. No es que no lo supiese antes pero, una vez más, una prueba física y palpable de esa afirmación que mi consciente ya aceptaba ayuda a que mi subconsciente lo asimile también.

Por otra parte, este proyecto ha coincidido con mi viaje a Bélgica y Holanda. Sí, ha sido maravilloso, pero ya hablaré de eso. O no. El caso es que me fui de viaje con mi amiga Conchi, es el tercero que hacemos ya. Pero siempre nos vamos las dos solas y, por la razón que sea, ninguna de las dos éramos particularmente partidarias de hacernos fotos, así que tenemos más bien pocas fotos juntas. Pero con la tontería de la foto del día, hemos acabado haciéndonos bastantes fotos: selfies, la una a la otra, pidiéndoselas a desgraciados viandantes... Posiblemente sea el primer viaje en el que hay más fotos de nosotras que del paisaje. Y ella le ha cogido el gustillo a esto de ponerse delante de la cámara, aunque sea para conformar a la loca de su amiga. 

Este proyecto no solo me ha afectado a mí, en definitiva. No solo ha cambiado la perspectiva de Conchi, pero ha hecho que varias personas me pregunten por qué estaba haciendo lo de #UnSelfieAlDía, bien porque no habían leído el blog, bien porque no lo acababan de entender, llevándome a unas cuantas conversaciones interesantes sobre autoestima, sexualización de la mujer, capitalización de la imagen distorsionada que muchas tenemos de nosotras mismas, etc. que he disfrutado mucho.

En definitiva: doy por finalizado el proyecto, no con alivio, sino incluso con un poco de pena. Me gustaba la motivación de pensar qué quería compartir ese día con el mundo, la motivación para retratarme a mí misma, la motivación para cuestionar una vez al día mis motivos para iniciar este proyecto. Quizá lo recupere. Quién sabe.

Por el momento... Más proyectos nos esperan. Próximamente en sus mejores blogs.

lunes, 15 de junio de 2015

viernes, 12 de junio de 2015

Tiempo

Siempre he pensado que el tiempo era una mala perra, que sobra cuando no debería y después no alcanza. Qué tragedia tener que aburrirse en las tardes interminables de domingo para que luego no te dé la vida. Pero luego me puse a pensar sobre cómo hablamos del tiempo. "Matar el tiempo", "Estaba haciendo tiempo", "Te robo un minuto", "Te regalo mi tiempo"...

Tratamos el tiempo como arcilla, como tela, como un producto que se puede cortar, modelar, estirar, vender y comprar. Traficamos con nuestros minutos y al final va a ser verdad que el tiempo es oro, pero del que cagó el moro, del que tiene valor solo para el que no lo tiene y es despreciado por aquellos a quienes les sobra.

Se me ocurrió entonces que a lo mejor hemos manipulado de tal manera el tiempo que hemos alterado su misma naturaleza. Le hemos dado tantas veces la vuelta, que ya no puede fluir con propiedad, y por eso vuela y se detiene y da volteretas, intentando adaptarse a los caprichos de cada uno. Y exactamente igual que esa chica del instituto que quería ser amiga de todo el mundo, al final acaba cayéndole mal  a toda la clase.

A lo mejor, solo a lo mejor, deberíamos dejar de intentar matar y hacer y pasar el tiempo, y dejarle hacer su trabajo. Y a lo mejor, solo a lo mejor, deberíamos dejar de echarle la culpa de nuestra falta de organización y nuestra escasa imaginación y la pereza que, al final, es la que lleva al aburrimiento y al estrés. Sí, a ambas cosas. A lo mejor, solo a lo mejor, deberíamos dejar de quejarnos y empezar a actuar y a aprovechar cada minuto que pasa, exprimir las horas de los días que tenemos, que seguramente no serán suficientes si sois como yo.

A lo mejor no. A lo mejor el tiempo es una mala perra. Pero no perdemos nada por intentarlo.

martes, 9 de junio de 2015

Punto de inflexión

Iba a titular esta entrada "Fin". Pero parecía un poco apocalíptico. Así que lo titulé "Principios". Pero parecía demasiado echao' p'alante para lo que quería hacer. 

El 22 de mayo me gradué. Ya tengo todas mis notas. He aprobado todas, por si os lo preguntabais. Así que ya está. Se acabó. Final oficial del Grado en Estudios Hispánicos: Lengua española y sus literaturas para mí. Fin.

Pero soy de la opinión de que todos los buenos finales dan paso a algo más. Y ahora comienza el resto de mi vida. Y comienza descubrir qué significa eso. Qué quiero hacer con mi vida. Qué quiero que sea mi vida. Preguntas demasiado grandes para una tarde de junio cualquiera. Pero sí puedo responder qué haré el año que viene: un máster de literatura en Salamanca. Con todos los cambios y los principios que eso trae. Y de momento, basta.

Ante todos los puntos de inflexión es necesario hacer una reflexión. No solo porque rime, sino porque nunca está bien cerrar un libro sin saber qué has aprendido de él. Y aunque ya tenía ganas de que acabasen estos cuatro años, lo cierto es que he aprendido mucho. 

He aprendido qué quiero de un profesor, qué quiero de una asignatura, qué quiero que me den a cambio de mi tiempo, mi esfuerzo y mi atención. He aprendido que tienes que elegir tus batallas, pero las que decidas luchar tienes que hacerlo con uñas y dientes. He aprendido que no quiero gente poco interesante, poco apasionada, gente plana y dormida a mi alrededor, y que es mejor no tener a nadie que tener un succionador de energía. He aprendido que el miedo debe ser motor, no freno. He aprendido que nada tiene la importancia que parece, y a distinguir por fin lo urgente de lo importante. He aprendido a aceptarme, con todos mis defectos pero también con unas cuantas cualidades maravillosas, y por el camino he aprendido a aceptar a todos los demás. He aprendido qué me hace vibrar y a diferenciar los colores de la emoción, la ira, la alegría y la pena.

He aprendido, de paso, unas cuantas cosas de gramática, léxico, fonética, historia de la literatura, crítica literaria y todas esas cosas que vienen en un programa y que, quizá, sean lo menos importante que he aprendido.