viernes, 12 de junio de 2015

Tiempo

Siempre he pensado que el tiempo era una mala perra, que sobra cuando no debería y después no alcanza. Qué tragedia tener que aburrirse en las tardes interminables de domingo para que luego no te dé la vida. Pero luego me puse a pensar sobre cómo hablamos del tiempo. "Matar el tiempo", "Estaba haciendo tiempo", "Te robo un minuto", "Te regalo mi tiempo"...

Tratamos el tiempo como arcilla, como tela, como un producto que se puede cortar, modelar, estirar, vender y comprar. Traficamos con nuestros minutos y al final va a ser verdad que el tiempo es oro, pero del que cagó el moro, del que tiene valor solo para el que no lo tiene y es despreciado por aquellos a quienes les sobra.

Se me ocurrió entonces que a lo mejor hemos manipulado de tal manera el tiempo que hemos alterado su misma naturaleza. Le hemos dado tantas veces la vuelta, que ya no puede fluir con propiedad, y por eso vuela y se detiene y da volteretas, intentando adaptarse a los caprichos de cada uno. Y exactamente igual que esa chica del instituto que quería ser amiga de todo el mundo, al final acaba cayéndole mal  a toda la clase.

A lo mejor, solo a lo mejor, deberíamos dejar de intentar matar y hacer y pasar el tiempo, y dejarle hacer su trabajo. Y a lo mejor, solo a lo mejor, deberíamos dejar de echarle la culpa de nuestra falta de organización y nuestra escasa imaginación y la pereza que, al final, es la que lleva al aburrimiento y al estrés. Sí, a ambas cosas. A lo mejor, solo a lo mejor, deberíamos dejar de quejarnos y empezar a actuar y a aprovechar cada minuto que pasa, exprimir las horas de los días que tenemos, que seguramente no serán suficientes si sois como yo.

A lo mejor no. A lo mejor el tiempo es una mala perra. Pero no perdemos nada por intentarlo.

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