miércoles, 22 de abril de 2015

La felicidad era esto

Ayer, compré billetes de avión a Bruselas. Este verano voy a visitar Bruselas, Brujas, Gante y Ámsterdam en seis días, viviendo a lo loco, como a mí me gusta.

Hoy, vuelve mi hermana. Después de tres años, dos meses y un día, Laura, Luis, Ainara, Mar y Libertad aterrizan en España y todavía, si me lo permitís, no me lo creo. Hasta que no les vea en territorio nacional no me creeré que de verdad han pasado tres años, que de verdad todo ese tiempo que parecía inmanejable ha sido manejado. Es más, ha sido vivido y disfrutado intensamente, se ha sentido de todas las maneras posibles, y ha pasado. Y están aquí.

Mañana, me dan un premio literario. Un premio literario mínimamente importante, pero con publicación y premio en metálico y todas esas cosas que hacen que tu cuento ya no sea tuyo, ni tenga la aprobación de tus seres más queridos, sino la aprobación de un jurado. La aprobación que te permite saber que sí, que sabes escribir, que no eres tú sola la que lo piensas, y que deberías seguir intentándolo.

Esta semana, en definitiva, ha sido un buen recordatorio de por qué me gusta estar viva. Por los viajes, el mundo, todas las cosas nuevas que me esperan y que sé que no podré abarcar, pero no pierdo nada por intentarlo. Por mi familia, por mis amigos, por la gente que te quiere y a la que quieres, por esa incondicionalidad. Por la literatura, en todas su formas y colores, por todas las historias, por la poesía que puede tener una tarta estrellada contra el suelo. 

Hace tiempo que necesitaba una semana como esta.


miércoles, 1 de abril de 2015

1 Descripción de un objeto

Es un coche pequeño y viejo, sin suficientes años encima como para poder aplicarle el honroso calificativo de antiguo. Su maletero plano y sus ruedas duras, airosas, le convierten en el perfecto vehículo de ciudad. Arranca sin fallo con un ronroneo contento y se desliza por el tráfico sin dejarse avasallar por carrocerías más brillantes ni motores de una potencia que ni en sus mejores años hubiese podido alcanzar. La pintura plateada está ensombrecida por una pátina de polvo que ningún lavado podría eliminar y solo las luces blancas de marcha atrás consiguen atravesar la capa de suciedad vetusta que se incrusta en los faros. Una línea apenas perceptible recorre el lateral izquierdo, cicatrices de la última persona que aprendió a aparcar con él, y en el lateral derecho manchurrones blancos que se irán comiendo la pintura. En su interior los asientos, a los que hay que encaramarse en lugar de dejarse caer, están veteados de migas de galleta y otros restos de meriendas antiguas, de aquellos tiempos en que la vuelta del colegio lo llenaba de risas y anécdotas. En el hueco debajo del freno de mano, en lugar de llaves o monedas, una bombilla fundida de origen desconocido y una crema de manos que nadie ha utilizado en tres años. También olvidan su utilidad los pañuelos de la guantera, en su caja de cartón todavía sin abrir, o los botones que a ambos lados del volante activan el claxon, tan duros que aunque se intentase pulsarlos a duras penas responderían. Y en pocos días, cuando empiece la primavera, se cubrirá de polen pegajoso de tanto dormir en la calle.


Ya, ya sé que este ya lo he subido. Pero dado que por fin esta señora nos dijo qué quería de nosotros, lo he tenido que repetir ajustándome un poco más (creo) a sus requerimientos, y aquí está. Supongo que hay gente que sabrá cómo se titula...