miércoles, 30 de julio de 2014

"Me gustó más el libro"

"Me gustó más el libro que la película" es una firmación absurda y, además, tristemente asociada a ratones de biblioteca y otros culturetas. No puedes comparar un libro con una película, aunque una sea adaptación del otro, porque son medios narrativos completamente distintos. La forma de llegar al receptor, el objetivo, el medio e incluso el mensaje no son los mismos; no es, de ninguna manera, comparable.

 Partiendo de ahí, la verdad es que, en el 95% de los casos, es cierto: el libro es mejor que la película. Pero no porque los libros sean mejores que las películas, así, como absoluto. El libro es mejor que la película porque es el medio a través del cual debía contarse esa historia. 

Cualquier escritor que aspire a ser decente (que luego lo sea lo decidirán los lectores) saben que hay historias que solo pueden ser contadas en primera persona; otras, por el contrario, solo funcionan en tercera, o en forma epistolar, o quitando todos los signos de puntuación de un capítulo. Y otras historias no son para nada una novela. Y entonces, lo lógico es escribir un cuento, un poema, un cómic o un guión. De ahí salen las grandes películas y las grandes series: de aquellas historias que estaban destinadas a serlo. Y no me entendáis mal, entiendo por qué se hacen adaptaciones cinematográficas de novelas exitosas -se alcanza un público más amplio, se gana más dinero...- y de hecho, veo casi todas. Algunas hasta me gustan. Pero en el 95% de las veces -reservo ese 5% a las honrosas excepciones- adaptar un libro a una novela no funciona. (Viceversa tampoco, ¿eh? En ninguna de las direcciones).

Es lo que me ha pasado hoy con The fault in Our Stars. Y eso que es una adaptación excelente, ojo, una de las mejores que he visto, muy respetuosa con el argumento, los personajes e incluso la fina prosa de Mr. Green. Pero sufre del gran pecado de este tipo de películas: no captura la verdadera esencia del libro. Sales del cine con una panzada de llorar por la trágica historia de amor de Hazel y Augustus, pero sin ninguna de las reflexiones, capitales para la importancia del libro, que suscita la lectura. Y The Fault in Our Stars es una historia de amor, una muy buena historia de amor de hecho, y no voy a fingir que no porque sería injusto para la novela, pero en mi humilde opinión, es mucho más que eso. Para saber qué más es, no seais vagos, leed el libro. Lo recomiendo. A la edad que sea, aunque claro, cuanto más adolescente, más drama y más jugo se le saca. Supongo.

Pero el caso es que la historia de The Fault in Our Stars no estaba hecha para ser contada con imágenes. Para nada. Y por eso, tristemente y asumiendo mi papel de cultureta, debo decir que me gustó más el libro.


domingo, 27 de julio de 2014

Como un ciclón en el corazón.

Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto.

Julio Cortázar — Rayuela.

jueves, 24 de julio de 2014

Untouchable

A veces, encuentras canciones. Y a veces, ellas te encuentran a ti. Sin querer. Y te dicen algo completamente distinto a lo que ibas buscando en ellas. Te toman la vida por asalto. Te obligan a escuchar y a sentir y a recordar y a escribir. Cómo no.


I feel you outside, at the edge of my life.
I see you walk by, at the edge of my sight.

sábado, 12 de julio de 2014

Día 9: Resurrección

Hay un Duende por ahí que todos los años muere contenta, porque resucita. Y a mí, que antes me costaba renunciar a tantas cosas, me ha contagiado esa alegría. La de despertarse un día y estar nuevo, la de renunciar a todo lo que tira de ti hacia abajo. La de resucitar.

No sé cómo estaré a estas alturas. Diez días de campamento dan para mucho, algún lector ya lo sabe. Seguramente habré muerto muchas veces. Pero espero haber resucitado. Haberme vuelto a reír, haberme levantado con ánimo y corrido al principio de la marcha. No se puede estar contento todo el rato. Es más, dice la gente que es muy sano llorar de vez en cuando. Estoy de acuerdo.

Lo importante no es estar contento. Es ser feliz. Estar satisfecho. Nunca va a ser todo perfecto, no está en nuestra naturaleza aceptar las cosas como vienen. El ser humano es el único animal que, en vez de adaptarse al medio, adapta el medio a sí mismo. Pero, por llevar la contraria, podemos mirar alrededor y decir: sí. Voy por buen camino. Esto es lo que quiero, o se acerca lo suficiente. Voy a seguir por aquí.

He tardado mucho en llegar a esta conclusión, no os creáis que es fácil. La mayoría de días se me olvida. Por suerte, siempre nos queda julio para recordar que, aun sin tantas cosas que necesitamos normalmente -a saber, un libro, un trocito de chocolate, dormir ocho horas al día...- se puede ser feliz. Que a lo mejor la felicidad no es otra cosa que ver amanecer en el campo y despertar a tus niños al ritmo de Clavelitos. Que somos personas muy simples, aunque busquemos siempre lo más complicado.

Me quedan pocos días de Paraíso. Hoy voy a sonreír.

viernes, 11 de julio de 2014

Día 8: Pasión II

¿Cómo se cree en lo que no se ve? No sé. Igual que tú crees, ilusa de ti, en el wifi. La señal no la ves, no se puede. Pero ves sus efectos.

No se puede pedir pruebas de las cosas más importantes de la vida. No puedes pedir tocar el amor, oir la solidaridad, saborear la alegría. Pero sí puedes sentir un abrazo, escuchar a quien te da las gracias, llenarte la boca de risa.

No puedes explicar a otra persona por qué crees. De dónde te viene toda esa fe. Pero puedes demostrarla. Puedes buscar el fondo del mar, ese lugar sólido, de paz, al que no le afectan las corrientes superficiales, los vientos que zarandean a otros barcos. Puedes ser la persona que mira al cielo y busca el lado positivo de la vida, la razón que subyace. Quien agradece lo que tienen en vez de pedir más. Quien siempre tiene alguien con quien hablar.

No se puede dar pruebas científicas de que alguien escuche cuando te arrodillas. Pero sí se puede entregar la experiencia. 

jueves, 10 de julio de 2014

Día 7: Pasión I

El otro día me preguntaron cómo podía hacer todo lo que hago. Cómo, además de universidad y de estudiar idiomas, podía ir a Labouré. Y ser catequista. O preparar un campamento en el que no solo no me pagan, sino que yo pongo mi parte. Y llegar a todo. De dónde me venían las fuerzas. Y a mí me extrañó, porque nunca me lo había planteado. Hay cosas que hago para mí, y esas nadie las cuestiona. Pero les asombró las cosas que hago por otros. Las que yo nunca pensaría en dejar de hacer.

Y me di cuenta de lo que le faltaba a la persona que me preguntó. No sabía qué era el servicio. Lo que haces por otra persona y que, en principio, no te da ninguna recompensa. Que no os engañen: quien más gana es quien está sirviendo. Quien se arrodilla y limpia los pies al cansado, al enfermo. Todo lo que les das vuelve, multiplicado, enriquecido. Y creces.

miércoles, 9 de julio de 2014

Día 6: Sin vino no hay paraíso

¿Sabéis lo que sí que es fácil? Pasar de largo. Mirar hacia otro lado. Ignorar cómo se llama el que anda al lado, el que se queda por el camino, el que nunca pudo comenzar el viaje. Es fácil hacerse un caparazón de indiferencia, porque lo que hay fuera de nuestra zona de comfort no suele ser ni bonito, ni agradable.

Embarrarse no es fácil. Y lo peor es que no se puede deshacer. Una vez has visto a los niños del Hogar, a las familias de Sapanani, a los niños que en tu mismo barrio pasan hambre a diario, no puedes olvidarlos. ¿Sabéis qué es lo mejor? Que tampoco quieres. Porque duele, te duele por ellos y por ti. Cuando más te metes en las realidades ajenas, más se funden con la tuya. 

Pero gente más buena y más sabia que yo dijo "He descubierto la paradoja de que si amas hasta que duele, no puede haber más dolor, solo más amor". Mirad alrededor. Mirad, ved, absorbed y quedároslo dentro. Que una vez empiezas, no puedes dejar de querer.

martes, 8 de julio de 2014

Día 5: ¿Alguien ha visto a Jesús?

Yo no he pedido esto. (dicen)

Nadie dijo que la vida iba a ser fácil, pero tampoco que iba a ser tan difícil. (dicen)

 Por suerte, el Jefe tiene mucho ojo y no va a darnos más de lo que podamos cargar. Así que, cuando creas que vas a caer, da un paso más. Cuando creas que te doblas, estira la espalda. No pares, porque la cuesta se acaba siempre en dos kilómetros y acabar la marcha es más fácil de lo que parece. Y si te rompes, siempre habrá Alguien para recogerte.

No te rindas.

lunes, 7 de julio de 2014

Día 4: Jesús en el pesebre sonríe porque está alegre...

Me dijeron hace poco -como si yo no viviese en el mundo- que al hablar de la familia hay que tener mucho cuidado, porque hay muchas familias distintas. Familias monoparentales, familias con padres divorciados, con hermanos de distintos padres, con tutores y no padres. Hay incluso familias que no están emparentadas. Familias las hay de todas las formas y tamaños y ninguna es mejor ni peor que otra. Todas son distintas. Aunque sean dos padres, tres hermanos y una casa en Moratalaz.

Pero hay algo que todas tienen en común: un sentimiento. Familia es hogar. Es hablar de tus cosas sabiendo que, aunque a nadie le interese, te están escuchando. Es aceptación, entrega. Es dolor también, a veces. Al fin y al cabo, cuanto más te importa alguien, más te duele. Es incondicionalidad.

Por lo menos, en mi familia nunca se nos ha puesto condiciones. Se nos ha dado alas y posibilidades, se nos ha dado armas para enfrentarnos al mundo y suavidades para amarlo. Se nos ha facilitado la vida hasta donde era sano. Y se nos ha querido más allá de lo que era recomendable. Pero quién le va a decir que no a mis padres.

Familias hay muchas y, como os digo, algunas ni siquiera están emparentadas. Pero siempre encuentras la tuya.

domingo, 6 de julio de 2014

Día 3: Hoy comemos con Isabel

Definir el amor es una cosa muy absurda. Ponerle límites, ponerle barreras y etiquetas. Siempre me he negado. Y es que el amor puede ser llegar a casa después de un viaje muy largo, puede ser mirarse y saber lo que está pensando el otro; puede ser hacer un bizcocho improvisado, puede ser una conversación a las seis de la mañana. Puede ser una canción, un poema o un libro, o ninguna de estas cosas. Puede ser tragarse esa película que le gusta tanto a tus niñas, o contar historias de campamento hasta quedarse sin voz. Puede ser recoger a tu madre a la hora de la siesta. 

El amor no tiene definición pero, curiosamente, todos sabemos lo que es. "Yo nunca me he enamorado". Mentira. Todo el mundo se ha enamorado de una historia, de un paisaje, de un atardecer. Todo el mundo tiene su canción. No es necesario casarse para enamorarse. Solo saberlo.

La piel y el aliento que yo quería por las mañanas...

sábado, 5 de julio de 2014

Día 2: El rapto de Gabriel

He renunciado a hacer planes firmes. Normalmente la vida, el destino, la casualidad (en la que no creo) llegan y te los desordenan y, sin ninguna consideración por el trabajo que has puesto en ellos, los tiran a la basura. He renunciado a decir "voy a hacer" y en cambio digo "quiero hacer". He renunciado a los planes y me he aferrado a los sueños. Porque si lanzas un deseo al universo, quizá alguien te oiga y te conteste. Y a lo mejor hasta se haga realidad.

He renunciado a mis propios planes, porque los Suyos son mucho más importantes. Llaman a tu puerta, como una visita no planeada, y te anuncian: vas a ser tía. Vas a ser escritora. Vas a ser catequista. Pero yo no quiero. Mala suerte. No sirve de nada decir que no, porque al final descubres que esos caminos inesperados son los que vale la pena recorrer.

Hay que negarse menos. Hay que perderse más.

Y, aunque sea solo por hoy, aunque sea solo una vez, hay que decir que .

viernes, 4 de julio de 2014

Día 1: No todo está perdido.

Hoy me voy de campamento. Otra vez. No parece que hayan pasado dos años, pero aquí estamos de nuevo, con más autobuses y más niños que nunca y, sin embargo, casi menos monitores que otros años. Un reto que, sinceramente, da miedo. Mucho miedo. Pero, ¿sabéis cuál es la única cosa más fuerte que el miedo? La esperanza. Y esa nos la llevamos a kilos. Ya sabéis, mejor que sobre...

Y es que hoy también, mi hermano y toda su tropa cogen las maletas y se van a Cochabamba. Una exigua representación de tres personas se queda en España a echarles de menos. Solo podemos esperar que vivirán experiencias únicas, estremecedoras, impactantes, preciosas, que con un poco de suerte cambiarán su vida y, con mucha suerte, la de todos los demás. Y que tres personillas de diez, once y catorce años vayan a viajar tan lejos (y por segunda vez, que nada menos) y tengan la oportunidad de ver tanto, eso es otro motivo para la esperanza.

Mi instinto ante las situaciones desconocidas es informarme, hacer listas, componer horarios, encajar funciones y planificar hasta el último segundo. No sea que algo se me escape. Pero en esta ocasión se me escapa todo y por todas partes. Y, dejadme que os confiese, mire hacia donde mire veo muchos puntos oscuros que no me gustan un pelo. Pero, sabiendo que el Jefe tiene un plan para todos nosotros, los que nos vamos y los que nos quedamos, pongo los ojos en Él y salto.

María

Hay veces que piensas en un libro que leíste hace años, de pequeño, y sorprendentemente te acuerdas como si lo hubieses leído ayer. A mí me pasa más a menudo que a la mayoría, porque seguido leyendo algunos de esos libros hasta ayer mismo. Uno de ellos es Harry Potter. El otro día me di cuenta, con esta clarividencia absurda que te dan los años, de que Harry tenía catorce años cuando se enfrentó (y venció) a un colacuerno húngaro. Y pensé: "Ni de coña podría haberme enfrentado yo a un dragón con esa edad. ¡Si era una cría!".

Y entonces veo a mi sobrina María. La mayor. Cuando me dijeron que iba a nacer, yo tenía cinco años. Me acuerdo de que mi hermana y yo compramos pasteles y fuimos a casa de mi hermano a celebrarlo los tres juntos. Y yo no quería ser tía, porque qué absurdidad es esta de ser tía con seis años. "Yo seré su amiga", decía.Y nació y fui su admiradora más fiel -es el primer bebé que recuerdo oler, ¡y qué bien olía! Y tumbarme en la cama de mis padres, donde dormía la siesta ella, simplemente a oírla respirar. Me cabía en una mano, y eso que yo también era un mico-, su cuentacuentos, quien le enseñó a bailar el aserejé y, cuando apenas había aprendido a sostenerse en dos ruedas, la subía a la parte de atrás de la bici y nos íbamos por el patio de la casa de verano, a matarnos.

Mi sobrina María. La mayor. Que en unas horas se va a Bolivia. Por segunda vez. Ha vivido más, y mejor, de lo que había vivido yo a su edad. Sabe más de compasión, de compañerismo, de amistad, de amor, de lo que ni yo ni nadie podríamos haberle enseñado. Y no sabéis cómo dibuja. Si un día escribiese un cuento digno de ser publicado, querría que lo ilustrase ella. Y qué guapa. Hemos crecido casi juntas, pero no puedo evitar asombrarme cada vez que veo lo mayor -y lo alta...- que se ha puesto.

Ahora veo a María, y creo que, aunque tenga catorce años, ella sí podría enfrentarse (y vencer) a cuantos dragones se le pongan por delante.