viernes, 31 de octubre de 2014

Un cuento de miedo

Hoy he pensado en ti, no sé por qué.

¿Cómo te va?

¿Quién te llama ahora? ¿A qué sabe tu nombre, a quién se le deslizan esas cuatro letras por la lengua? ¿Quién te besa?

Hoy me he acordado de ti, no sé por qué, y he salido a caminar.

La luna estaba creciente y yo llevaba tacones. Solo se oían, con una sirena de fondo, mis pasos. Qué difícil caminar sin un perro enredado en tus tobillos.

Hoy he pensado en ti, no sé por qué, y me he ido.

Y cuando he vuelto, la casa estaba a oscuras y sola, y he pensado qué pasaría si me esperase en la cama tu boca. Como aquellas veces.

Hoy me he acordado de ti, no sé por qué.

Y me ha salido una poesía, como siempre.

Y aunque me he acordado de ti sin saber por qué, me he dado cuenta de que ya no me acuerdo de tu risa. Era la risa más importante del mundo y ya no sé cómo sonaba. Tampoco me acuerdo de tu voz, ni de tus manos, ni de tu boca ni de tu espalda. Me he acordado de ti, no sé por qué, para darme cuenta de que ya no me acuerdo.

Y eso sí que es un cuento de miedo.

martes, 21 de octubre de 2014

Cuéntame un cuento

Lo bueno de ser joven es que las cosas nuevas no son una pérdida de tiempo ni un esfuerzo inasumible. Las cosas nuevas cuando tienes veintiún años son una oportunidad. Siempre. ¿Debería coger esta clase particular? Sí, puede ser una oportunidad para aprender. ¿Debería intentar hacer estas prácticas? Sí, es una oportunidad para asomarme al mercado laboral. ¿Debería hacer este curso? Sí, es una oportunidad para ver como trabaja el Instituto Cervantes.

Todo es una oportunidad si quieres que lo sea. Y a veces, las oportunidades son únicas e irrepetibles y, aunque es posible que no saque más que una experiencia divertida y emocionante de todo esto, el caso es que se me ha presentado la oportunidad de leer uno de mis cuentos en la Fnac. Delante de gente. Con mi nombre en el programa y todo. No digo que la gente vaya a ir a verme porque, claro, no les sueno. Pero estoy ahí.

Así que, si me queréis... Tenemos una cita el 10 de diciembre

Y os dejo la información de todo el ciclo porque, si sois tan frikis como yo, os interesarán todas las sesiones y no solo la mía. Yo estaré allí, eso seguro.

Podría ser una oportunidad para vernos...

domingo, 19 de octubre de 2014

Relatividad

No sé si alguno habéis hecho spining, pero creo que esta sensación se aplica prácticamente a cualquier deporte con el que te quieras torturar. El caso es que se empieza con un calentamiento suave y poco a poco, empieza a subir la intensidad. La resistencia de la bicicleta, la velocidad a la que corres, el peso que levantas. Hasta que llegas a un punto que crees que es tu máximo, que vas matada. Ya no puedes más. 100%. Y entonces, el monitor barra torturador te dice que lo subas un poco más. Y tú, que eres tonta barra masoquista barra muy atlética, subes la resistencia o la velocidad o el peso. Ahora sí que has llegado al máximo. Te estás muriendo. ¿Es ese tu pulmón, que se arrastra por el suelo pidiendo piedad? ¿Tus pulmones no deberían estar dentro de tu cuerpo? ¿Está bien que se te escapen órganos internos?

Pero después de lo que parece una eternidad, la música baja el ritmo, tú bajas la intensidad. Y aunque has vuelto a lo que diez minutos antes creías que era tu máximo, ahora sabes que no lo es y ya no te estás muriendo, sino que pedaleas feliz cual protagonista del remake de Verano Azul. No silbas, porque tus pulmones siguen en el suelo, pero sabes que este no es tu máximo. Tu máximo, cuando ya no puedes más, cuando se te van las fuerzas y las entrañas literalmente a los pies, está un poco más arriba. Y seguramente si en ese momento te pidiesen que subieses la intensidad un poco más y por alguna razón lo hicieses, descubrirías que ese tampoco era tu máximo.

Hace un par de años, creí que había llegado al máximo nivel que cualquier ser humano puede resistir, física y psicológicamente. Estaba agotada. Se me escapaban los órganos internos. Aquello solo podía ir a mejor. Me equivocaba. El año pasado fue más duro. Me pidió mucho más. Estaba al máximo. Iba matada. Ahora he vuelto a bajar el ritmo y, aunque mis pulmones están por el suelo y mi cerebro me pide a diario que le dé las suficientes horas de sueño, si no es mucho problema, sé que puedo dar más. Siempre se puede dar más. Tu máximo siempre es relativo. Siempre es un poco más de lo que estás dando.

Es bueno saberlo.

viernes, 17 de octubre de 2014

Física

La belleza está en el interior.

¡Meec! Error.

Vale, corrijo.

La belleza física está en el interior.

¡Meeeeec! Error, y de los gordos.

La belleza física está, sorprendentemente, en el físico. A quién no le gusta un pelo maravilloso, unos ojos fascinantes, una sonrisa contagiosa, un cuerpo de escándalo. Quién vería a esa persona, esa persona que es tan tu tipo que parece que la hayas dibujado tú, y piensa, "Uy, no, es demasiado guapo/a, que ni se me acerque". A ver, quién. Porque yo no.

La cosa es que la belleza física, a pesar de ser exterior, está dramáticamente ligada al interior. Por eso podemos enamorarnos locamente meses o incluso años después de conocer a alguien. Por eso conoces a alguien y piensas, "Bueno. No está mal". Y de pronto su carácter empieza a filtrarse a través de sus poros y de su voz y sus sonrisas y sus ojos. Sus rasgos cambian, aunque sean los mismos. Y de pronto esa persona es la más atractiva que hayas tenido la suerte de cruzarte. Conoces sus pequeñas manías y sus grandes obsesiones, por qué se ríe y por qué llora, qué quiere decir detrás de esas bromas tontas, con qué sueña cuando no le ve nadie y sobre qué le miente a la gente. Conoces lo que hay detrás de esa persona que "no está mal" y todos esos detalles maravillosos se le tatúan en la cara. Que es la misma, pero no.

La belleza está en el exterior, esto es cierto. Pero, afortunadamente para nosotros, la belleza interior la sobrepasa en tantas ocasiones que casi sería cierto decir que la belleza está en el corazón.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Equilibrio universal

He hecho un descubrimiento. Un hecho simple pero que cada vez tengo más claro. Esta mañana, he salido tarde de casa; quería dejar todo recogido porque a mi madre la han operado de la muñeca y no podría dejarlo todo como a ella le gusta. Curiosamente, todos y cada uno de los transportes públicos que he cogido hoy ha llegado según entraba en el andén y no he llegado tarde, al final. Esta tarde, he dejado de adelantar cosas para clase, y no os cuento cuánto debería haberme quedado estudiando, para irme con mis niños de Labouré. Y estando con ellos se me ha pasado la migraña que llevaba arrastrando todo el día.

Mi descubrimiento es simple. Cuando haces algo bueno, algo genuinamente desinteresado; cuando a cambio de una acción solidaria no esperas ni siquiera que alguien te dé las gracias, algo bueno viene a cambio. No es karma (entre otras cosas porque el karma actúa entre vidas y no automáticamente, pero discutamos luego sobre religiones orientales), es puro equilibrio universal. Cuando te desprendes de algo, ya sea ropa, tu tiempo o tu esfuerzo, algo tiene que venir a llenar ese vacío. El universo no puede permitirse espacios vacíos, así que pone en tu camino trenes puntuales, niños amorosos y bolsos de cuero a 5€.

No es que se necesiten razones para ser filántropo, solidario y desinteresado. Repito que estas repercusiones positivas solo se dan cuando no esperas nada a cambio: el agradecimiento o la propia satisfacción personal, o simplemente dar solo lo que te sobra, ya llenan el vacío. Pero, por si acaso alguien necesita razones... Esa es una. Contribuyamos al equilibrio del universo.