miércoles, 25 de junio de 2014

Que no cunda el pánico

Hace exactamente treinta segundos acabé mi matrícula de 4º. Ya soy oficialmente una universitaria de último grado. Ya me queda oficialmente un año para salir al mundo.

Y aunque empiezo con "Que no cunda el pánico"... que cunda. Que cunda en abundancia, porque estoy cagada. Igual no os acordáis desde ahí arriba o no os lo imagináis desde ahí abajo, pero el salto a la vida adulta desde el borde da mucho miedito.

Así que nada, empiezo (también oficialmente) mis últimas vacaciones como estudiante. Con el pánico cundiendo por todo el cuerpo, eso sí.

lunes, 23 de junio de 2014

Yo a Londres, tú a... NJ

Permitidme que me ponga emotiva. No me gusta hacerlo en público, pero la ocasión lo merece. En unas pocas horas, una de mis mejores amigas cogerá un avión hacia Nueva York y se quedará allí un año. Un año entero. Estará trabajando de au pair con dos niños que, al parecer, son la bomba y, espero -por su bien- que viendo y haciendo y absorbiendo todo el arte que pueda. 

Es mi amiga no porque sea la única que no se ríe de mi foto en King's Cross ni porque comparta mi amor eterno e incondicional por Jensen Ackles -aunque ayuda, claro-, sino porque me entiende. Otras personas escuchan tu historia y juzgan, aconsejan, van directos a las inseguridades y a las penurias de cada uno. No digo que esto sea malo; al fin y al cabo, todos necesitamos que nos digan cuándo estamos siendo unos cobardes o unos hipócritas, que nos peguen una voz y nos despierten. También tengo amigas de esas. Pero Paula acoge tus inseguridades, escucha tus fallos y entiende tus dudas, sin más. 

Paula me enseñó a hablar con los koalas y descubrimos juntas el no-significado de la palabra bol. Paula/Pau/Poli/Polita siempre tiene una sonrisa en la boca y un abrazo preparado, una referencia a Friends  apropiada y sabe cuál es el mejor hechizo para la ocasión.

Pau acabó la carrera hace un año y viví con ella el vértigo de no saber qué venía ahora. Y cuando me llegue el momento, sé que ella estará ahí para vivirlo también conmigo. Pero ahora acaba su parón, comienza una temporada nueva. Una temporada que, estoy segura, va a ser mejor que todas las anteriores. Dicen que el conocimiento comienza con un viaje. Tengo la impresión de que en un año volverá más mayor y más sabia, lista para volver a hacer el monguis por el barrio. Me niego a llorar -aunque algo se me escapa- porque sé que en Nueva York/Jersey le esperan experiencias fantásticas y que nada se acaba, sino que mil cosas nuevas empiezan y cuando vuelva solo tendrá que sumarlas a las que ya tenía aquí.

Permitidme que me ponga emotiva porque, aunque la verdadera distancia no son los kilómetros sino el silencio -y esto no me preocupa, nunca hemos sabido estar calladas-, casi 6000km siguen siendo muchos. Y aunque la era digital ha hecho maravillas, pasará un año antes de que vuelva a abrazar a una de mis mejores amigas.

Pido perdón a las víctimas por semejante imagen, pero los que me conocéis sabéis que no soy mucho de hacerme fotos. Entended el cariño que subyace, en todo caso.

sábado, 21 de junio de 2014

Infinities



Al parecer, y si mi amigo el matemático se pasa por aquí os lo demostrará, "algunos infinitos son más grandes que otros infinitos". No puedo ofreceros pruebas claras yo misma, aunque lo he intentado con vídeos como este y textos muy tochos que he leído hasta el final aun sabiendo que me había perdido después de unos tres párrafos. Demasiadas abstracciones, y encima en inglés, para un viernes a la hora de la siesta.

Lo que sí recuerdo, de aquellos tiempos en los que todavía me interesaban las cosas exactas, es que los números naturales son infinitos. Y que una parte de estos números, por ejemplo los números pares, que por fuerza debería ser más pequeña, también es infinita. Una parte de un conjunto infinito sigue siendo infinita, y sigue siendo una parte. Seguramente me equivoque, pero así lo entiendo (un poco): una infinidad más grande que la otra.

Cuando te enamoras por primera vez, piensas que será la última. Y cuando te hacen daño por primera vez, también piensas que no se repetirá. Te equivocas en ambas. En la vida hay infinitos momentos de alegría y de dolor, de tristeza, de confusión, de ira, de amor, de perdón, de complicidad, de solidaridad. Infinitas personas que pasarán por nuestra vida solo para dejar su huella y unas pocas, no tan infinitas, que se quedarán para siempre.

No dejéis que nadie os diga que vuestra vida es insignificante. Que sois demasiado jóvenes. Todas las vidas son infinitas. Simplemente, algunos infinitos son más grandes que otros.

jueves, 5 de junio de 2014

Violencia de géneros.

Sale en la tele el trailer de X-Men, y automáticamente mi padre se queja "Es que están todo el día con el ¡puum! y el ¡fuus! y el ¡baam!" y yo automáticamente contesto "Pero lo importante es la métafora de la exclusión de las minorías y cómo la sociedad reacciona ante quien es diferente..." y automáticamente mi padre me interrumpe "¿Y eso no se puede hacer con gente normal?".

Pues mira, sí. Claro que se puede. Pero, para empezar, ya no sería una metáfora: sería una historia real o, Dios me libre de sonar a película de Antena 3 de domingo por la tarde, basada en hechos reales. Y no es lo mismo. Para nada.

Y para continuar, ese no es el objetivo de la ciencia ficción. Hay pums y fus y bams, claro: porque se desarrolla en el espacio, o en un futuro distópico, o en universos alternativos donde hay robots o viajes interdimensionales o ingeniería genética a años luz de la nuestra. Y todo ello no es más que el marco donde encuadrar lo verdaderamente importante de la ciencia ficción: los límites del ser humano. Dónde está la línea que separa lo que se puede de lo que se debe hacer; cómo, si la propia realidad no nos contuviese, quizá nada ni nadie podría hacerlo. Como en todas partes, hay buena y mala ciencia ficción. O, incluso mejor, ciencia ficción que nos gusta y que no. Ambos conceptos suelen corresponderse, pero a veces no. Y no pasa nada.

Lo mismo sucede con los otros mil géneros "menores", tan despreciados por nuestros queridos profesores de lenguas y filólogos de toda estofa que quieren ser muy inteligentes, y cuyo objetivo en la vida no parece ser otro que demostrar lo leídos y lo escribidos que son. Porque sí, la literatura fantástica va de dragones y magia y de transformaciones. Pero también de que incluso dentro del hobbit más ordinario hay un héroe, y de que todos tenemos la opción de hacer lo correcto incluso  en las situaciones más adversas. Y la comedia romántica va de chico conoce a chica, se besan, se pelean y se reconcilian, claro que sí. Pero también de que el amor es inesperado y divertido y todos podemos encontrarlo. E incluso la literatura erótica, de la que tanto me gusta reírme cuando voy con mi amiga Conchi a la Fnac, va de sadomaso suave y topicazos mal escritos, pero también de la liberación moral y sexual de la mujer, de la experimentación, de romper los moldes de la mejor y de la peor manera.

No hay malos géneros. Tampoco los hay buenos. Hay literatura renacentista maravillosa y bodrios infumables escritos por los más grandes autores. Hay cómics que ofenden al buen nombre de los héroes y luego tenemos a Wonder Woman. Lo importante es la historia, los personajes, el texto, el trasfondo, la palabra, la imagen -como veis, me niego a excluir la novela gráfica de las novelas- y, por supuesto, el lector. Repito: no hay malos géneros.

Y cuando un adolescente criado en un ambiente homófobo o machista o racista vea X-Men y comience a cuestionarse cómo trata a quienes son diferentes, cómo se sienten aquellos que son excluidos, cómo puedes elegir la violencia o la tolerancia y el respeto, y de pronto esa ideología que ha asumido porque creció con ella le parezca anticuada y errónea, una película de pums, de fus y de bams habrá cambiado una pequeña porción del mundo. Y si no es eso a lo que aspiramos al contar historias, algo estamos haciendo mal.