jueves, 5 de junio de 2014

Violencia de géneros.

Sale en la tele el trailer de X-Men, y automáticamente mi padre se queja "Es que están todo el día con el ¡puum! y el ¡fuus! y el ¡baam!" y yo automáticamente contesto "Pero lo importante es la métafora de la exclusión de las minorías y cómo la sociedad reacciona ante quien es diferente..." y automáticamente mi padre me interrumpe "¿Y eso no se puede hacer con gente normal?".

Pues mira, sí. Claro que se puede. Pero, para empezar, ya no sería una metáfora: sería una historia real o, Dios me libre de sonar a película de Antena 3 de domingo por la tarde, basada en hechos reales. Y no es lo mismo. Para nada.

Y para continuar, ese no es el objetivo de la ciencia ficción. Hay pums y fus y bams, claro: porque se desarrolla en el espacio, o en un futuro distópico, o en universos alternativos donde hay robots o viajes interdimensionales o ingeniería genética a años luz de la nuestra. Y todo ello no es más que el marco donde encuadrar lo verdaderamente importante de la ciencia ficción: los límites del ser humano. Dónde está la línea que separa lo que se puede de lo que se debe hacer; cómo, si la propia realidad no nos contuviese, quizá nada ni nadie podría hacerlo. Como en todas partes, hay buena y mala ciencia ficción. O, incluso mejor, ciencia ficción que nos gusta y que no. Ambos conceptos suelen corresponderse, pero a veces no. Y no pasa nada.

Lo mismo sucede con los otros mil géneros "menores", tan despreciados por nuestros queridos profesores de lenguas y filólogos de toda estofa que quieren ser muy inteligentes, y cuyo objetivo en la vida no parece ser otro que demostrar lo leídos y lo escribidos que son. Porque sí, la literatura fantástica va de dragones y magia y de transformaciones. Pero también de que incluso dentro del hobbit más ordinario hay un héroe, y de que todos tenemos la opción de hacer lo correcto incluso  en las situaciones más adversas. Y la comedia romántica va de chico conoce a chica, se besan, se pelean y se reconcilian, claro que sí. Pero también de que el amor es inesperado y divertido y todos podemos encontrarlo. E incluso la literatura erótica, de la que tanto me gusta reírme cuando voy con mi amiga Conchi a la Fnac, va de sadomaso suave y topicazos mal escritos, pero también de la liberación moral y sexual de la mujer, de la experimentación, de romper los moldes de la mejor y de la peor manera.

No hay malos géneros. Tampoco los hay buenos. Hay literatura renacentista maravillosa y bodrios infumables escritos por los más grandes autores. Hay cómics que ofenden al buen nombre de los héroes y luego tenemos a Wonder Woman. Lo importante es la historia, los personajes, el texto, el trasfondo, la palabra, la imagen -como veis, me niego a excluir la novela gráfica de las novelas- y, por supuesto, el lector. Repito: no hay malos géneros.

Y cuando un adolescente criado en un ambiente homófobo o machista o racista vea X-Men y comience a cuestionarse cómo trata a quienes son diferentes, cómo se sienten aquellos que son excluidos, cómo puedes elegir la violencia o la tolerancia y el respeto, y de pronto esa ideología que ha asumido porque creció con ella le parezca anticuada y errónea, una película de pums, de fus y de bams habrá cambiado una pequeña porción del mundo. Y si no es eso a lo que aspiramos al contar historias, algo estamos haciendo mal.

1 comentario:

  1. Eres alucinante y escribes maravillosamente. Apoyo todas y cada una de las cosas que dices en esta entrada y me uno al club de damnificados de los padres que se quejan de los "pums" y "fus". Amén a todo.

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