lunes, 23 de junio de 2014

Yo a Londres, tú a... NJ

Permitidme que me ponga emotiva. No me gusta hacerlo en público, pero la ocasión lo merece. En unas pocas horas, una de mis mejores amigas cogerá un avión hacia Nueva York y se quedará allí un año. Un año entero. Estará trabajando de au pair con dos niños que, al parecer, son la bomba y, espero -por su bien- que viendo y haciendo y absorbiendo todo el arte que pueda. 

Es mi amiga no porque sea la única que no se ríe de mi foto en King's Cross ni porque comparta mi amor eterno e incondicional por Jensen Ackles -aunque ayuda, claro-, sino porque me entiende. Otras personas escuchan tu historia y juzgan, aconsejan, van directos a las inseguridades y a las penurias de cada uno. No digo que esto sea malo; al fin y al cabo, todos necesitamos que nos digan cuándo estamos siendo unos cobardes o unos hipócritas, que nos peguen una voz y nos despierten. También tengo amigas de esas. Pero Paula acoge tus inseguridades, escucha tus fallos y entiende tus dudas, sin más. 

Paula me enseñó a hablar con los koalas y descubrimos juntas el no-significado de la palabra bol. Paula/Pau/Poli/Polita siempre tiene una sonrisa en la boca y un abrazo preparado, una referencia a Friends  apropiada y sabe cuál es el mejor hechizo para la ocasión.

Pau acabó la carrera hace un año y viví con ella el vértigo de no saber qué venía ahora. Y cuando me llegue el momento, sé que ella estará ahí para vivirlo también conmigo. Pero ahora acaba su parón, comienza una temporada nueva. Una temporada que, estoy segura, va a ser mejor que todas las anteriores. Dicen que el conocimiento comienza con un viaje. Tengo la impresión de que en un año volverá más mayor y más sabia, lista para volver a hacer el monguis por el barrio. Me niego a llorar -aunque algo se me escapa- porque sé que en Nueva York/Jersey le esperan experiencias fantásticas y que nada se acaba, sino que mil cosas nuevas empiezan y cuando vuelva solo tendrá que sumarlas a las que ya tenía aquí.

Permitidme que me ponga emotiva porque, aunque la verdadera distancia no son los kilómetros sino el silencio -y esto no me preocupa, nunca hemos sabido estar calladas-, casi 6000km siguen siendo muchos. Y aunque la era digital ha hecho maravillas, pasará un año antes de que vuelva a abrazar a una de mis mejores amigas.

Pido perdón a las víctimas por semejante imagen, pero los que me conocéis sabéis que no soy mucho de hacerme fotos. Entended el cariño que subyace, en todo caso.

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