miércoles, 18 de noviembre de 2015

Mis mujeres

Hoy me he dicho, debería escribir. Quizá de la absurda polémica de Laura Freixas. Quizá de la película que vi ayer. O de cualquier otra cosa, si nos sobran los temas.

Pero no puedo. Porque en estos momentos, mi hermana debe estar embarcando en su vuelo trasatlántico, vuelta a Bolivia. Estará allí una semana, participando en sus cursos de autismo -se ve que aun le falta mundo por cambiar- y, me imagino, partiéndose por dentro. Y como no puedo dejar de pensarla, no puedo escribir de otra cosa. Así que os hablo de ella.

De ella, y de mi madre. De las dos mujeres extraordinarias que me han hecho lo que soy. De dos mujeres valientes, de esas de cabeza alta y paso firme, que se han estudiado una (o dos) carreras, que han apostado por su familia y su trabajo sin dejar de ser maravillosas en ninguno de los dos, que han dejado toda una estela de mujeres detrás de ellas que, con suerte, les llegaremos a los talones.

Mi hermana y mi madre son de esas mujeres fuertes pero increíblemente suaves, vulnerables, cariñosas, abiertas, sonrientes, que tan poco se ven en las películas. De esas mujeres que se ponen el mundo por montera. De esas mujeres que cogen dos niñas y media vida y se van tres años a Bolivia, porque se las necesita más. De esas mujeres que, con todo el vértigo del mundo, se montan en un avión y se cruzan el mundo porque las llama la sangre. De esas mujeres que, como quien dice, me han hecho el mejor regalo. Y tres veces, que ná' menos. De esas mujeres que apuestan por la vida. Mi hermana y mi madre son las mujeres que me han enseñado a no salir de casa sin peinar, a sonreír cuando ya no puedes más, que la derrota no existe y que a veces, solo necesitas una buena pregunta para poner la vida en orden.

Que sí, que hay mujeres más famosas, y mujeres que sin duda, ante los fríos y objetivos ojos del mundo, serán más importantes. Mujeres que pasarán a los anales de la historia. Pero hoy mi hermana se va a Bolivia, y hoy estas son mis mujeres. Esta es mi historia.


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