viernes, 13 de noviembre de 2015

En casa

Ayer me fui a casa. No estuve entre las cuatro paredes que me han visto crecer, pero sí entre los cuatro brazos, entre las cuatro calles. Fui turista en mi casa, pero me sentí bien, porque sigue siendo el lugar a donde siempre quiero volver, que me acoge y me machaca y me recompone y me sube al cielo y me lanza. Ayer fui turista, Madrid, pero sigues siendo mi casa. Y te convertiste en casa de otros, siquiera por un atardecer, quién lo hubiera dicho.

Ayer, estaba volviendo a casa -mis cuatro paredes, mi cama, el sitio al que llego cada día, donde como y donde duermo, donde está mi ropa: lo que la mayoría de la gente consideraría su casa- y me sorprendí diciendo "me quiero ir a mi casa". No esta, donde vivo, sino aquella, donde me siento. Y es que quizá mi casa, mi templo, no sea un lugar sino una forma de estar, de sentir, de vivir, de moverse y dar el oxígeno por supuesto.

Mi casa es algo tan tonto como unas cuantas postales de Van Gogh, una fuente, una encimera verde, un par de bromas, una tarta de queso con speculoos, una catedral. Mi casa es quedarme en silencio a oscuras y mirar al techo, mejor si el techo es un cielo preñado de estrellas. Mi casa son paredes llenas de libros, todos los que he leído y todos los que me quedan por descubrir, una aventura de estanterías, un clima semi-sagrado de silencio y disfrute intenso.

Feliz Día de las librerías, a todo esto.

1 comentario:

  1. ¡Me ha encantado esta entrada! No solamente porque también soy de Madrid, y también estoy fuera de ella temporalmente. Sino también porque estoy preparando una ponencia para un congreso sobre qué cosas son las que te hacen sentir en casa, o sentir algo como tu casa, cuando estás fuera de ella. Aunque la ponencia está más bien enfocada a extranjeros, tu experiencia me sirve. ¡Mil gracias!

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