jueves, 9 de diciembre de 2010

Yo, tú, él...

A veces pienso que mis problemas son más graves que los tuyos. Que si él, que si no él, que si A o B o incluso C entra en tu ecuación sobrecargada, y yo aquí muriéndome de angustia. Y me enfado. Es que ahora se trata de , ¿no lo entiendes?

Y otras veces, pienso que soy egoísta. Que aquí estoy yo, quejándome, y ahí están los demás, callándose las penas. Que en el fondo lo mío no es nada, que debería estar agradecida por lo que tengo y no quejarme por lo poco que me falta. Vamos a mirar un poco alrededor, que ahora se trata de ellos.

Pero es que mis problemas son mis problemas, y a nadie le van a importar como a . Y tus problemas son los tuyos, y nadie va a sufrirlos, sentirlos y llorarlos como . Que no hay una escala objetiva para la gravedad del daño infringido, que no hay una cantidad fija de preocupación ni una equivalencia para la cantidad de tiempo y saliva y lágrimas que merece cada cuestión. Que lo mío es el centro de mi universo, y lo tuyo será el centro del tuyo, digo yo...

Pero a veces, el centro de mi universo coincide con el centro del tuyo. O se acercan. O yo me traslado a tu mundo o al mío, aunque nos importen tres pepinos los mundos ajenos, porque el propio se nos está cayendo a pedazos. Pero es que, al fin y al cabo, todo mi universo está debajo de tu ombligo. Y todo lo tuyo es mío, soulsister.

Por compartir los problemas, los mundos y sus centros. Porque aunque no me importe lo tuyo, me importas.

1 comentario:

  1. Pues yo creo que a veces se sufre más con lo ajeno, porque quisieras quitarle el sufrimiento a esa persona y no puedes. Y entonces sufres tú más de lo que tocaría. Eso pasa cuando quieres a la gente.

    Y los daños no se infringen, sino que se infligen. Lo que se infringen son las normas. Me ha sorprendido ver este error en una futura filóloga...

    Perdón, me ha quedado un comentario un poco borde, autoritario. No quería.

    Algún día te encontraré en Facebook.

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