Y ahora, bolígrafo que vomita amargura y tinta, te dejo creer que eres tú quien escribe. Y cuando termines, pongas la tapa y, como siempre, me olvides, me transformaré en cigarro para que fumes confusión, en persiana para ocultarte del sol o en pañuelo que enjugue un millón de lágrimas.
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