miércoles, 16 de enero de 2019

Burnout

Burnout es una palabra inglesa. Se traduce literalmente como agotamiento. Pero es más que eso. Es estar quemado, reducir tus recursos físicos, mentales y emocionales a cenizas, derretir la vela hasta el final. Es un término que surge en los setenta para hablar del desgaste profesional, de la respuesta emociona que provoca una sobrecarga continua de trabajo y un desequilibrio productivo, es decir, que el esfuerzo y el tiempo que le dedicas a algo no proporciona el mismo nivel de satisfacción o recompensa.

Para algunos, esta puede ser una situación pasajera. Para mí, y sospecho que para mucha gente, es crónica. Vivo en el burnout. Porque mi trabajo no son las diecinueve horas lectivas por las que me pagan. Son además todas las horas que querría dedicarle a ser la profesora que quiero ser, las horas que no le dedico a la investigación doctoral, los cuentos que no perfecciono y los muchos, muchos libros que no leo. Incluso son las horas de gimnasio, fisioterapia o peluquería que necesito dedicarle a mi cuerpo, porque solo tengo uno. Y por supuesto, las horas de compra, limpieza, cocina, lavadora, plancha y recoger que nunca, nunca le valoraré lo suficiente a mis padres por muchos años que viva independizada. Jamás me hubiese sacado una carrera si ellos no hubiesen puesto comida en la mesa, literalmente.

El éxito en este siglo ya no se define por tener un trabajo aceptable o una vida social medianamente entretenida. Hay que ser el mejor en un trabajo que adores, comer tus cinco raciones de fruta y verdura, hacer ejercicio regularmente, mantenerte al día viendo series, ver a tus amigos, cuidar tu vida de pareja, leer cincuenta libros al año y además tener tiempo y dinero para viajar por todo el mundo. Y contarlo. Dios prevenga que no tengamos redes sociales para contarlo. Es agotador. Ni siquiera las vacaciones son un momento de desconexión y de relax para mí, que quiero verlo todo.

Estoy intentando meter cinco vidas dentro de la única que tengo y, por bien que lo coloque todo, no cabe. Y necesito dejar cosas atrás, o más tiempo en el día, porque esta vela está llegando al final de su mecha.

¿Esperabais un bonito mensaje de Mr. Wonderful al final de todo esto? Cuánto lo lamento. No lo tengo. Si tuviese una solución, o si la hubiera, la patentaría y luego os la vendería a buen precio, creedme. Pero de momento no es el caso.

El primer paso, por lo menos, es admitirlo, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario