viernes, 11 de diciembre de 2015

Terremotos

Le dediqué hace poco una entrada. No pasa nada, le dedico dos. Ella me ha dedicado a mí los últimos veintidós años. Y nadie más que yo tiene motivos para celebrar su vida.

Porque sin ella, no estaría aquí.

Aquí, en el mundo. Porque apostó por mí cuando nadie hubiese dado un duro, porque tengo la virtud de llegar en el peor momento posible. Pero ella, que le abre las puertas a todo el mundo, me dio la bienvenida como si lo hubiese planeado. Y me lo recuerda cada vez que me llama por mi nombre completo.

Aquí, en Salamanca. Estudiando lo que me hace feliz. Cumpliendo sueños. Inventándome un futuro. Porque sé que ella querría que me fuese, como muy lejos, al otro lado del puente de la Estrella, pero me anima a buscar al otro lado del océano. Porque sé que ella esperaba que estudiase medicina -para ser sincera, yo también-, pero ve cómo me brillan los ojos al hablar de Gabriel. García Márquez, quién va a ser.

Aquí, delante del ordenador, escribiendo. Porque ni un solo momento ha dejado de animarme, de exigirme, de empujarme. Porque sabe lo que valgo y no va a dejarme dar menos, aunque eso implique escucharme hablar durante horas sobre los ciclos migratorios de la mariposa monarca o que mi lista de Reyes se componga exclusivamente de libros. Ella me escucha, ella me consiente todas las rarezas, todos los intereses.

Aquí, sonriendo. Porque no se cansa de decirme que le parezco maravillosa tal y como soy. Y todos necesitamos un poco de esa mirada, la incondicional, la que ella nos regala. A mí, a mis hermanos, a mis sobrinas. A los suyos.

Sin ella no estaría aquí, y un día me parece poco para celebrarla. Para agradecer a todo el que escuche haberla tenido un año más. Para contarle al mundo que si estoy orgullosa de ser mujer, de ser lectora voraz, de ser hija, tía, hermana, sobrina, nieta de otra mujer tan extraordinaria como ella -tendríais que oírla hablar de su mamá, la querríais sin conocerla. Como yo-, es porque ella me ha criado así. Para que los sismógrafos señalen mi paso por el mundo.

Me permitirán los míos, los tuyos, que hable en su nombre, cuando te agradezco poder mirar a nuestro alrededor y vernos. Porque sin ti, ninguno estaríamos aquí. El domingo, mira a tu alrededor y mira lo que has hecho, porque pocos sismógrafos van a registrar semejante terremoto.

Felicidades, mami.


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