Querido DosMilQuince, no te ofendas pero descartaría unos buenos nueve meses de ti. Nueve meses necesarios para crecer, para evolucionar y para aprender, eso te lo concedo, pero nueve meses prescindibles en casi todo, al fin y al cabo.
Salvaría una cosa de esos primeros nueve meses: los que volvieron a casa por abril, como las flores -mucho mejor que el turrón, ¿verdad?-. Llegaron con la primavera, con tesoros nuevos y maletas llenas de recuerdos, y solo por ellos se salvaría la primera mitad del año. Recuerda mandarles unos bombones como agradecimiento, querido DosMilQuince, porque les debes muchos de los buenos momentos.
Lo cierto es que venías cargado de días importantes, días de los que se recuerdan para siempre. Un par de conciertos épicos. Un reencuentro en el aeropuerto. El punto final a los últimos cuatro años. El punto y seguido a los últimos tres. El primer campamento con una nueva perspectiva. Dos países más. Y una nueva casa.
Y a ti, DosMilDieciséis, te espero con ganas. Tienes pinta de ir a ser un buen año. Aunque hacia la mitad, hay un muro que no me deja hacer planes más allá. Es lo que tienen las graduaciones, el futuro y no ser vidente: hasta que no tienes un papel con un ¡Bienvenido! en la mano, no sabes hacia dónde estás yendo. Pero a pesar de todo, DosMilDieciséis, llega pronto. Te estoy esperando.
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