miércoles, 28 de octubre de 2015

Con naturalidad

"A mí me gustan las chicas naturales. Sin maquillaje, sin tacones, sin relleno en el sujetador, sin artificios".

Oye, pues muchísimas gracias. Menos mal que me lo has dicho. Me siento mucho mejor conmigo misma. Y no es que no esté de acuerdo: nada más sexy que una chica con una camiseta siete tallas grandes recién salida de la ducha, con el pelo todavía mojado. Así que, chicas, seamos libres. Sin maquillaje, sin sujetador, sin depilar.

Pero qué horror una pierna con pelos. Pero qué mala cara tienes hoy, ¿estás enferma? Pero qué pelos de loca, qué ropa poco favorecedora, qué poco se cuida, ¿qué pasa? ¿no tiene autoestima? Ay, qué naturales somos todos hasta que algo no nos gusta. La naturalidad es bonita cuando es Scarlett Johansson en Un lugar para soñar, no cuando yo me apunto al No Shave Winter.

Y aun así hay chicas que, insensatas, hacen oídos sordos a estas voces que dicen "no te maquilles, eres más guapa al natural" y se dejan el sueldo de un mes en potingues, brochas, cremas, colorinchis para todos los lugares del cuerpo donde tiene que haber colorinchis -porque igual que las curvas, los colores tienen los lugares adecuados, y no es lo mismo el rojo en las uñas que en las aletas de la nariz- y le dedican horas a aprender a aplicarlo correctamente. ¿Estamos locos? 

Estamos locas, más bien. Porque no hay manera de ganar en este juego. Si te maquillas, mal y si no te maquillas, peor. O eres descuidada o eres vanidosa. ¿Fealdad o vacuidad? ¿Cuál es menos grave? ¿De qué lado caes? No podemos ganar porque las reglas no las hemos puesto nosotras. Porque si me hubiesen dejado a mí escribir ese libro, diría que por sorprendente que parezca, ni mi naturalidad ni mi artificio están aquí para agradar a ningún hombre. Ya que soy yo quien llevo tres capas de maquillaje o la cara lavada, es a mí a quien tiene que gustarme.

Yo no tengo tiempo, habilidad ni energía para maquillarme. Pero hay quien sí la tiene. Y necesito que el feminismo celebre ambas cosas como el derecho de la mujer a hacer lo que le dé la realísima gana con su aspecto.

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