viernes, 25 de octubre de 2013

Fulminada

Alguien -siendo muy sincera con vosotros, no recuerdo bien. Pero sí sé que lo leí en unos apuntes de Crítica literaria, una asignatura de primero, que seguramente serán los que más rescate una vez acabada la carrera. Pero perdón, que me desvío del tema. Retomo el hilo-, alguien dijo que un relato surgía de un golpe de inspiración maravilloso, de un instante de lucidez que, o se escribe, o se pierde. Que eran como una esquinita de sol en un cielo nublado. Un rayo.

Mola, ¿eh?

Un instante de lucidez.

Supongo que quien no ha escrito nunca, quien no ha leído nunca a los grandes cuentistas, no puede entenderlo. Porque, es obvio, un buen relato ni se escribe del tirón ni se publica sin cien mil revisiones, como cualquier obra que se precie. El proceso de escritura, corrección, reescritura, recorrección y vuelta a empezar puede ser incluso más largo que el de una novela, aunque el relato en cuestión no ocupe más de cinco cuartillas. Un relato no se escribe en un instante.

Pero sí es un instante de lucidez. 

Para quien lo lee, desde luego. Pero sobre todo, para quien lo escribe.

Comienzo hoy un curso de relato corto en una librería. Personalmente, me parece una idea fantástica, hablar de cómo se escribe en un santuario de la literatura. Ya os contaré qué tal. A lo mejor, hasta cuelgo aquí alguno de los frutos. Quién sabe...

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