jueves, 11 de diciembre de 2014

Exploración

La literatura nos da la oportunidad de explorar todas esas opciones que por ética, por religión, por amor, por odio, por miedo nunca nos atreveríamos a pisar en la vida real. Y ayer yo, que tengo que salir de la habitación si mi padre está leyendo un trabajo mío, me puse encima de un escenario, cogí un micrófono y leí. Hay que dar las gracias a la literatura por estas oportunidades.


Quince minutos en el cementerio

Tus manos son mi caricia / mis acordes cotidianos”… tengo que escribir a Laura. Me encanta este verso, “te quiero porque tus manos / trabajan por la justicia”. Madre mía, no llego. ¿Qué hora es? No, claro que no llego. “Te quiero porque”… ¿Y ahora esto por qué se para? Últimamente el tren va fatal, menuda porquería. Debería intentar el bus, pero claro, a ver quién es el listo que se come el atascazo todas las mañanas, porque por mal que vaya el tren… Esto me pasa por maquillarme y, total, ¿para quién? Para nadie. Esta tarde ni me peino. Paso. “si te quiero es porque sos”, no, en serio, ¿cuánto tiempo vamos a estar aquí parados? ¿Dónde estamos? Ni me había fijado en esta parte de la estación, siempre leyendo… No sabía que aquí tenían trenes. ¿Esos trenes funcionan? No parece. Tienen veinte, veinticinco años, por lo menos. No son tan antiguos, simplemente parecen… Cansados. Trenes cansados y estropeados, con las esquinas desgastadas y redondas… Fíjate, aquel está lleno de graffitis. ¿Los limpiarán y volverán a usarlos, o ya se quedan ahí, para siempre? Están de obras, cómo lo sabía, por eso llevamos aquí diez minutos parados. En este vertedero de trenes. No, no es un vertedero. Los tienen ahí, a la vista de todos. Como diciendo, “mirad lo que nos pasa cuando os bajáis y nos quedamos aquí”. Es triste. Es como… Como un cementerio. ¿Qué me pongo esta tarde? ¿Pantalones? Debería, porque no estoy depilada y las medias solo tapan hasta cierto punto. Pero qué pantalones, he ahí la cuestión. ¿Nos movemos? Hoy a primera hora ya no entro. Total, ya me odia, encima no voy a interrumpir. Mira, mejor, así voy a la biblioteca. ¿Tendrán el libro ese…? ¿Cómo se llamaba? Igual no debería ir a clase. Puede que hoy no fuese el día de intentar hacerlo todo, igual debería haber ido… No, eso sí que hubiese sido un canteo. Hola, qué tal, traigo magdalenas. No, mira, mejor sigo con mi vida, y esta tarde pues me presento allí, y… y… Y ya veré lo que hago. ¿Podré coger el coche? ¿Se podrá aparcar? Como llueva no. Últimamente llueve a todas horas, pero nunca me pilla fuera. Salgo del metro y, qué gusto, el aire está limpio y huele a tierra mojada, parece que el mundo se ha dado la vuelta mientras tú estabas ahí abajo, como si en vez de volver a nacer tú, renaciese la ciudad. Mejor le digo a papá que me lleve. La americana negra con los pitillos. O el jersey rojo. No, el jersey rojo no, no se puede ir a un entierro de rojo, aunque te alegres. Qué bestia, cómo voy a alegrarme de que se haya muerto, vamos, solo faltaba. Una cosa es… Que no, qué bruta puedo llegar a ser. Total, jersey rojo no. ¿Lloraré? No creo. Igual al verle… Creo que no voy a entrar. Me quedo en la biblioteca. Aunque si no consigo concentrarme, mal, pero si me concentro igual es peor. ¿Debería alisarme el pelo? Quita, que seguro que luego llueve. Debería estar con gente. Sí, mejor. Me voy con estos, seguro que convenzo a alguien de ir a la cafetería aunque sea, y voy a no hablar de ello en todo el día. De todas maneras, ¿cómo se puede explicar algo así? ¿Cómo se explica algo que no entiendes? ¿Quién lo entiende? A ver si arranca de una vez. Estos trenes muertos son como tumbas de historias. Alguien ha mirado desde esa ventana igual que yo, preocupado porque llegaba tarde, o muerta de ilusión porque iba a recoger a su novio al aeropuerto… La gente vive cosas increíbles en los trenes y cuando dejan de sernos útiles, los dejamos en cualquier vía y nos olvidamos de ellos, los dejamos donde no molestan, a la vista de todo el mundo, sin tener ni la decencia de cubrir sus cuerpos escacharrados. Puede que yo conociese a Micah en uno de esos trenes y que los esté mirando sin saber que fueron el primer paso en… todo esto. “Lo siento”. Pero no lo siento. “Siento que esté muerta”. Eso sí lo siento. “Siento que tengas que pasar por todo esto y que tengas que hacerlo solo”. Más cerca. Lo siento… Mataría por un café. No, no mataría. Nadie mataría. Pero necesito mantenerme despierta, porque si me duermo ahora… ¿Cómo de pronto es demasiado pronto para tomar una cerveza? ¡Fundamentos neuropsicológicos del lenguaje! Pero no lo van a tener. A no ser que haya ejemplares que no se prestan. ¿Aquí llega el 3G? No, pero hay cobertura. Qué raro. ¿Debería llamarle? ¿Y si lo coge su madre? ¿Quién soy? ¿Sabrá quién soy? ¿Cuánto ha contado en casa? No. Mejor directamente en el cementerio. O un correo. Un correo estaría bien, “¿Cómo estás? Dímelo sinceramente, porque me estoy volviendo loca, no creo que seas capaz de hacer una cosa así, pero tiempos desesperados, no puedo mantener un secreto así y…”. No. Un correo tampoco. Si ahora empezase a llover, quizá se limpiarían los vagones menos viejos, los que están cubiertos de un polvo que todavía se puede derretir. Y caerían cataratas de barro por las ventanas como si estuviesen llorando. Ojalá lloviese y así nadie podría notar que estoy llorando. Aunque el caso es que no estoy llorando y a lo mejor ya no lloro nunca más. Parece mentira que hace un par de años no supiese lo bonito que es el acento de Sussex. Y nunca se lo he dicho. Quizá pueda empezar ahora a decirle todo lo que no le he dicho antes. Algunas cosas podría ahorrármelas, claro. “No te cases”. “No le regales ese anillo, es el que me gustaría a mí, no a ella”. “Desde cuándo el amor es un compromiso y no una promesa, y no te creas que son lo mismo porque…” Pero él lo sabía. Lo sabía, y por eso… ¿Tendrán el ataúd abierto? ¿O es algo de las películas americanas? Si lo tienen abierto, ni me acerco. Aunque si lo tienen abierto es porque se la reconoce, ¿no? Espero que no sufriese, por lo menos. ¿Ella lo sabía? Espero que no, pero creo que sí. Sí, seguramente sí. Nadie está tan ciego. Venir para acabar en un hit and run… No tenía que haber sido así. Nada que empiece así puede acabar bien. Tengo que regalarle algo. Qué absurdo, ¿no? “Oye, tu novia a la que no querías pero con la que te ibas a casar ha muerto, toma, un…” ¿Qué? ¿Dos litros de helado? ¿Una película? ¿Cuál es el protocolo? Imagine me and you, I do, I think about you day and night, it’s only right… Debería habérsela recomendado antes de todo esto. Ahora ya… Tengo que comprar ropa interior nueva, la mía está ya hecha un asco. ¿Qué? ¿Cómo he llegado hasta ahí? Hit and run, sangre, ropa interior, vale. Qué asco. A ver si me paso por el centro. ¿Sabrá que siempre quedan pruebas? Siempre. Se ha visto todas las temporadas de CSI, tiene que saberlo. Pero aunque no lo sepa, nadie lo está investigando, ¿no? Se supone que estaba en Salamanca… Oye, ¿estabas en Salamanca el día que atropellaron a tu novia justo al lado de tu casa? Nadie pregunta eso. ¿Cómo se pregunta eso? Pero si no se lo digo yo, ¿quién? Eso, si no yo, ¿quién? Quién le enseña las librerías de viejo, quién le lleva al Museo del Prado, quién le invita a sus primeras bravas. Parecía recién llegado de Marte, no de Inglaterra. Con su nombre de extraterrestre y su sonrisa, tan… Se lo tendría que decir, sí. ¿Qué has hecho, Micah? ¿Hasta dónde eres capaz de llegar? “mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo”. Solo a mí se me ocurre leer a Benedetti en un día como este. Y encima, no llueve. Quizá es para mejor. Haga lo que haga, alguien va a salir herido, pero no pensaba que lo decía tan literalmente. Seguramente no deba ir. Que se vaya con más paz de la que vino, y ya después… Ya después desenredaremos lo que vamos a hacer. Nunca es demasiado pronto para tomarse una cerveza. Me la voy a tomar, y luego otras cinco o seis, y luego las que caigan, y me voy a ir a casa a dormirla porque es lo mejor que puedo hacer. Ni tacones, ni medias, ni pésames que no sé ni cómo dar. Una borrachera y llorar viendo Imagine Me and You. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué hago metida una hora en un tren para acabar atascada en esta estación inmensa que se usa también como cementerio de trenes? ¿Qué sentido tenía hoy salir de la cama? Hoy, o los últimos nueve meses, ya que estamos. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué has hecho, Micah? Nothing, nothing at all… Ya arrancamos. Por fin. Mira, gotas. Ojalá el diluvio universal, aquí y ahora, y carreras de agua por la ventana. Para abajo, para abajo, que aunque todo lo que sube baja, seguramente no todo lo que baja sube. ¿Qué estoy haciendo? Nothing at all.

4 comentarios:

  1. ¡Qué fuerrrrte! Me ha encantado. Después de más de cuatro años pasando por la estación fantasma de Chamartín, o el cementerio de trenes, y jamás hubiera escrito un relato con ellos. Pero conozco perfectamente esa sensación de pararse en mitad de la nada, sin motivo, sin sentido, de repente... y llegar tarde a clase por ello.

    Por lo demás, me ha gustado el relato. Es un poco perturbador, intrigante, de esos que se leen dos veces.

    ¡Enhorabuena!

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    1. Muchas gracias ^^ Son cosas que se te ocurren de repente, puedes estar toda la vida viendo lo mismo y no escribirlo y sacarte una novela de un pájaro cruzando el cielo, es así de aleatorio! :)

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  2. ¡Qué emoción, Bea, oírte leer ese relato tan tuyo, tan bien escrito, tan sugerente! Me encanta, como casi todo lo que he leído tuyo.
    Enhorabuena... Y otra vez, avisa, para oírte en directo.

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    1. ¡Gracias, Pura! Debes ser la persona que más cosas mías ha oído, me encanta que te parezca muy mío ^^
      La próxima vez, si la hay, por supuesto que te aviso. No sé cómo se me pasó, qué cabeza...

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