martes, 20 de noviembre de 2012

Marcada


Quién habría dicho que acabaríamos así… Tú, yo, la luna llena y la noche más larga de mi vida. Al principio sólo estaba yo, claro. Tú llegaste después. Aunque llegar es un eufemismo para lo que pasó realmente: tú irrumpiste. Sin preguntar, sin avisar, sin ni siquiera presentarte… Te plantaste en medio de mi vida y le diste la vuelta por completo. No sabía que algo así podía suceder en tan pocas horas, pero lo cierto es que no pareces el tipo de persona que vive despacio. Quizás seas como los viejos rockeros, y sigas su mismo lema: vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver. Aunque, la verdad, disfrutas tanto de la vida que no creo que tengas valor para abandonarla temprano.
Al principio de esta noche eterna, el sol seguía brillando en el cielo. Cuando salí de casa, con prisas, como siempre, la luz aún jugaba al escondite entre los altísimos edificios. Yo me peinaba con los dedos y me ponía color en los labios. En ese momento, no alcanzaba a imaginar que al final de aquella noche mi vida, y yo misma, sería totalmente diferente.
Todavía no sé qué hiciste, qué dijiste, qué resorte tocaste, para transformarme en una persona completamente nueva. Quizás fuese tu olor, esa mezcla de colonia y chocolate que te hacía parecer recién salido de una pastelería. Quizá esa sonrisa, tan abierta, como si nunca te hubiesen hecho daño. Puede que fuese saber que, después de esa noche, no te volvería a ver. El tener tan poco tiempo para conocerte, para que me conocieses, para dejar una huella en tu vida de la misma magnitud que tu sello en la mía, me cambió.
Estoy marcada. Ahora, cualquiera que me mire sabrá que te conocí. Y que te perdí.

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