sábado, 7 de mayo de 2011

Anarquía del corazón.

(Artículo de Bárbara Alpuente en su columna Nadie es perfecto).

Hoy voy a entregarme a la anarquía porque es el único orden que mi espíritu tolera. A la anarquía del pensamiento ligero y recién nacido, dispuesto a librarme de la estaca del pensamiento agónico. Engendraré pensamientos sin estrenar que convivirán en armonía con el caos temporal de mi estrecha mente. Hoy voy entregarme a la anarquía del amor, y voy a enamorarme de todo el mundo por un día. Besaré en los párpados a los desconocidos, enredaré mis dedos en nucas anónimas, rozaré sus mejillas con el dorso de la mano y respiraré muy cerca de cuellos escondidos. Hoy voy a entregarme a la anarquía del lenguaje, pronunciando mis palabras favoritas sin una lógica aparente, sólo para disfrutar del sonido que desprenden. Gritaré: “Drástico, histriónico, esdrújula, desasosiego, esculpir, lánguido, beso, mitocondria, cosmogonía, druida, perplejo y edredón”. Hoy me entrego a la anarquía sin molde, del poema sin rima, de sinfonías mudas, del lienzo que te mira y parece dibujarte.

Me entrego a la anarquía de estar viva, muriendo un poquito en cada respiración para resucitar con los pulmones llenos de posibilidades intactas. A la anarquía de mi cuerpo, sometido a un orden impuesto con el que no siempre comulga. Me detendré a escuchar mis huesos y el rumor de mi océano interior al borde del tsunami. Me entrego a la anarquía del latido planetario, sucumbiendo a una arritmia universal. La anarquía del tiempo, poniendo a cero los relojes de la historia y cruzando fronteras invisibles de minutos rendidos. La anarquía del espacio, visitando a mis muertos cuando se ponga el sol. La anarquía de la convención, rompiendo la línea argumental hasta convertirla en infinita e intermitente.

Hoy me entrego a la anarquía de la experiencia, olvidando el escondite en el que aguarda hambrienta mi memoria traumática. La anarquía de la amistad, confesando mis entrañas a quien me quiera escuchar y jurando lealtad a los extraños. La anarquía de lo correcto y lo incorrecto, del bien y del mal, de lo moral e inmoral; a la anarquía del pensamiento trinitario hasta enterrar para siempre el pensamiento dual. Hoy me entrego a la anarquía del teclado ¿¿¡¡”dhjsdhsdh+ññjkad@hañd$adCkdha”¡¡?? La anarquía del movimiento , quebrando con pasos de claqué la repetida senda por la que la inercia me obliga a caminar.

La anarquía de la reflexión, sin tener claro si estoy a favor o en contra de lo que yo misma sugiero. A la anarquía de la vida real , sembrando con semillas de ficción lo que me queda por vivir, lo que me queda por morir. La anarquía del miedo, surcando mis temores con los ojos muy abiertos. La anarquía de la ciudad, observando flores que crecen en los tejados, árboles que sobreviven en bulevares de cemento, pájaros que desconocen que lo son y transeúntes frenéticos con destinos estáticos. La anarquía de la importancia, relativizando incluso la trascendencia de la muerte. Hoy me entrego a la anarquía del monólogo interior, desmenuzando el sonido que ataca mi mente hasta dejarlo atónico e inofensivo. Hoy tengo espíritu ácrata y alma libre. Mañana, paradójicamente (o no) Dios dirá.

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