-Calla. Calla un momento. ¿Qué escuchas?
-El mar, que choca con la arena.
-Eso es lo que oyes. Pero lo tienes que escuchar mejor. Vamos, intétnalo. ¿No hay nada más?
-Solo... No, no. No puede ser. ¿Te refieres a eso?
- ¿A qué? Cuéntamelo.
-Ese zumbidito que casi no se oye... Creo que son las luciérnagas. ¿Te refieres a ellas?
-No seas ingenua. No son luciérnagas.
-¿Qué son entonces?
-Son estrellas. Estrellas que nos traen el sonido del cielo y los susurros de los ángeles, que vienen aquí abajo esta noche porque saben que allá arriba, con la luna llena, no las vemos.
-Las estrellas son bolas de fuego que miden miles de kilómetros. Estaríamos muertos si fuesen estrellas.
-Entonces voy a contarte algo mucho mejor, algo que tu ciencia no puede desmontar.
-Adelante.
-Son hadas. Son Campanilla y sus amigas, que nos ven aquí, mirando la arena blanca y el mar negro, y se ríen. Porque, aunque sea muy bonita, la playa está muerta. En cambio su bosque, lleno de árboles milenarios, de flores, de jóvenes arbustos, de animales ocultos, está lleno de vida. Y ellas se acercan para vernos admirar las cosas muertas y cuchichean, y se esconden detrás de sus luces para parecer luciérnagas. Las hadas son muy listas, Wendy, y nos conocen muy bien. Saben que si supiésemos lo que son, las encerraríamos en jaulas y las investigaríamos y, cuando supiésemos qué las hace volar y brillar así, les arrebataríamos toda su magia y la venderíamos al mejor postor. Por eso se esconden en el bosque de esta isla tan lejana, y dejan que los cuentos antiguos relaten su historia en vez de hacerlo ellas mismas, para que creamos que son personitas ingenuas y simpáticas que solo visitan a los niños, y no sepamos lo listas que son.
-Pero... Las hadas no existen, Peter.
-Puede que no... Pero recuerda que nunca dejaré de ser un niño.
-El mar, que choca con la arena.
-Eso es lo que oyes. Pero lo tienes que escuchar mejor. Vamos, intétnalo. ¿No hay nada más?
-Solo... No, no. No puede ser. ¿Te refieres a eso?
- ¿A qué? Cuéntamelo.
-Ese zumbidito que casi no se oye... Creo que son las luciérnagas. ¿Te refieres a ellas?
-No seas ingenua. No son luciérnagas.
-¿Qué son entonces?
-Son estrellas. Estrellas que nos traen el sonido del cielo y los susurros de los ángeles, que vienen aquí abajo esta noche porque saben que allá arriba, con la luna llena, no las vemos.
-Las estrellas son bolas de fuego que miden miles de kilómetros. Estaríamos muertos si fuesen estrellas.
-Entonces voy a contarte algo mucho mejor, algo que tu ciencia no puede desmontar.
-Adelante.
-Son hadas. Son Campanilla y sus amigas, que nos ven aquí, mirando la arena blanca y el mar negro, y se ríen. Porque, aunque sea muy bonita, la playa está muerta. En cambio su bosque, lleno de árboles milenarios, de flores, de jóvenes arbustos, de animales ocultos, está lleno de vida. Y ellas se acercan para vernos admirar las cosas muertas y cuchichean, y se esconden detrás de sus luces para parecer luciérnagas. Las hadas son muy listas, Wendy, y nos conocen muy bien. Saben que si supiésemos lo que son, las encerraríamos en jaulas y las investigaríamos y, cuando supiésemos qué las hace volar y brillar así, les arrebataríamos toda su magia y la venderíamos al mejor postor. Por eso se esconden en el bosque de esta isla tan lejana, y dejan que los cuentos antiguos relaten su historia en vez de hacerlo ellas mismas, para que creamos que son personitas ingenuas y simpáticas que solo visitan a los niños, y no sepamos lo listas que son.
-Pero... Las hadas no existen, Peter.
-Puede que no... Pero recuerda que nunca dejaré de ser un niño.
Es muy bonito el relato wizita ^_^, hace mucho que no te leia :P. Xa-LFDM
ResponderEliminarBonito...
ResponderEliminarSólo un pequeño detalle: "Vamos, intéTNalo"... mejor con "intéNTalo", ¿no? xD