El otro día me preguntaron cómo podía hacer todo lo que hago. Cómo, además de universidad y de estudiar idiomas, podía ir a Labouré. Y ser catequista. O preparar un campamento en el que no solo no me pagan, sino que yo pongo mi parte. Y llegar a todo. De dónde me venían las fuerzas. Y a mí me extrañó, porque nunca me lo había planteado. Hay cosas que hago para mí, y esas nadie las cuestiona. Pero les asombró las cosas que hago por otros. Las que yo nunca pensaría en dejar de hacer.
Y me di cuenta de lo que le faltaba a la persona que me preguntó. No sabía qué era el servicio. Lo que haces por otra persona y que, en principio, no te da ninguna recompensa. Que no os engañen: quien más gana es quien está sirviendo. Quien se arrodilla y limpia los pies al cansado, al enfermo. Todo lo que les das vuelve, multiplicado, enriquecido. Y creces.
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