¿Sabéis lo que sí que es fácil? Pasar de largo. Mirar hacia otro lado. Ignorar cómo se llama el que anda al lado, el que se queda por el camino, el que nunca pudo comenzar el viaje. Es fácil hacerse un caparazón de indiferencia, porque lo que hay fuera de nuestra zona de comfort no suele ser ni bonito, ni agradable.
Embarrarse no es fácil. Y lo peor es que no se puede deshacer. Una vez has visto a los niños del Hogar, a las familias de Sapanani, a los niños que en tu mismo barrio pasan hambre a diario, no puedes olvidarlos. ¿Sabéis qué es lo mejor? Que tampoco quieres. Porque duele, te duele por ellos y por ti. Cuando más te metes en las realidades ajenas, más se funden con la tuya.
Pero gente más buena y más sabia que yo dijo "He descubierto la paradoja de que si amas hasta que duele, no puede haber más dolor, solo más amor". Mirad alrededor. Mirad, ved, absorbed y quedároslo dentro. Que una vez empiezas, no puedes dejar de querer.
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