Este mes, estoy de prácticas en un colegio. He vuelto a madrugar para pasarme unas cuantas horas al día sentada en un aula con un montón de adolescentes; en el mejor de los casos, estoy de pie al frente de la clase y no tengo tanta sensación de déjà vu. Esto también implica que tengo que preparar material para la clase, corregir ejercicios, repasar temario que hace años que no veía, volver a aprender a analizar oraciones como se hacía en Bachillerato...
Además, la universidad ha decidido que tenemos que escribir un proyecto de prácticum (es decir, lo que pretendo hacer), un diario de las actividades del colegio (es decir, lo que estoy haciendo) y una memoria de prácticas (es decir, lo que he hecho). No sé si es afán burocrático o que quieren que controlemos bien los tiempos verbales. Además, tengo que ir a unos cuantos seminarios a contarle a un profesor lo que estoy haciendo, porque hay que trabajar todas las competencias: la escrita y la oral.
También me he metido a dar clases particulares, por ganar un dinerillo. Y no vivo con los papis, así que además hay que comprar, limpiar, cocinar, recoger... Cómo una casa con tres habitaciones puede dar tanto trabajo, que alguien me lo explique.
Soy una mujer que se enorgullece de llegar a todo. Pueda o no pueda, yo llego, porque no hacerlo no es opción. Creo que esto me viene de mi madre, que con menos de treinta añitos cada mañana salía a trabajar con los niños limpios y peinados, dejando la casa recogida y todo listo para comer. Y creo que esto a mi madre le viene de la idea de que la mujer puede hacerlo todo.
Porque antes, la mujer no podía hacer casi nada: cuidar la casa, cuidar al marido, cuidar a los niños y ancianos... Y se nos ocurrió la feliz idea de decir que por qué no nos dejaban hacer más cosas, como trabajar fuera de casa, por ejemplo. Y en lugar de pensar que, si la mujer puede hacer todo lo que hace el hombre, en el sentido contrario también debe funcionar, se optó por venderle a la mujer que se puede ser madre, esposa, ama de casa y trabajadora a tiempo completo y hacerlo todo tan bien como si no te dedicases a otra cosa.
Vamos, que nos están timando. Porque un solo ser humano no puede hacer el trabajo de cinco. Que yo seré de letras, pero estas cuentas no salen. Y como no salen, no llegamos a todo. Y como no llegamos a todo, nos sentimos culpables, peores madres o peores trabajadoras, porque tenemos que elegir entre tender la lavadora o acabar la presentación para mañana. Porque nos han vendido que podemos hacerlo todo.
Y podemos.
Pero no todo a la vez, no todo con la misma intensidad y la misma dedicación, porque el día solo tiene veinticuatro horas y nosotras solo tenemos dos brazos y dos piernas, en el mejor de los casos. Así que vamos a empezar a venderle a las mujeres que hay que hacer lo máximo posible, sí. Y a veces lo máximo es levantarse a las seis de la mañana, arreglarse como un pincel, currar como una fiera durante ocho horas, cocinar algo sano y nutritivo, tener la casa como una fiesta de la Preysler con montaña de Ferrero incluido, jugar con los niños y llegar al final del día con ganas de ver una serie y hasta de querer un poco a tu pareja.
Pero a veces lo máximo que se puede hacer es quedarse toda la tarde viendo capítulos atrasados de Supergirl, porque ni el cuerpo ni la mente te dan para más. A veces lo máximo es irse a dar un paseo y despejarse, porque después del décimo alumno que tienes que suspender la moral se te ha ido al carajo. A veces lo máximo es no hacer nada, porque todos somos personas y se nos puede acabar la batería.
Y no pasa nada.
Vamos a empezar a comprar la idea de que la perfección no existe, de que la energía se agota, de que de verdad que sí, la intención es lo que cuenta y si los platos se quedan sin fregar un par de días, no pasa nada. Vamos a empezar a comprar tiempo de calidad para nosotras mismas, vamos a empezar a comprar perdón y compasión para los pequeños fallos y las tragedias cotidianas, vamos a empezar a comprar que no existe más superwoman que la que sale en los cómics.
Para todas las demás, vamos a reservarnos el derecho a ser mujeres. Sin más.
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