Queridos señores de HazteOír.
Sí, sí, ustedes. Los del bonito autobús. Podría llamarles muchas cosas, pero por el momento prefiero solo decirles que son unos ignorantes. Porque, más allá de su flagrante transfobia —y de que confundan esta con la libertad de expresión—, más allá de la identidad de género que cada uno tenga y que por supuesto no tiene nada que ver con lo que tenga entre las piernas, resulta que no. Ni todos los niños tienen pene, ni todas las niñas tienen vulva. Pero claro, saber esto requeriría preguntar al científico más cercano o incluso, válgame Dios, abrir cualquier navegador de Internet e informarse un poquito.
Yo entiendo que es más fácil dividir el mundo en bonitas categorías binarias. Lo bueno y lo malo. Lo superior y lo inferior. Lo masculino y lo femenino. Nosotros, y todos los demás. (No sé si van notando la simetría en este pensamiento) De verdad, lo entiendo, es más fácil y más cómodo organizar el conocimiento de dos en dos, porque pensar que todo, desde el bien hasta la identidad de género o la orientación sexual, se constituye en un espectro que da lugar a la maravillosa variedad humana, da un dolor de cabeza que ninguna aspirina podría curarles.
Pero vengo con malas noticias y un migrañón de agárrate los machos. Al menos para ustedes. Porque cuando dicen que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva, están queriendo hablar del sexo como si esta fuese la única verdad absoluta. Finjamos que lo es, que las características fisiológicas definen el género de cada uno. Aunque esto fuese cierto, tampoco estaríamos hablando de categorías binarias.
A pesar de la fijación genital de mucha gente, el sexo no está definido solamente por el aspecto externo de los mismos. Hay muchos más factores implicados en definir el sexo biológico: desde el código genético, a las hormonas, los caracteres sexuales secundarios (vello, pechos, caderas, forma y zona donde se acumula la grasa, tamaño de pies y manos, musculatura y puedo seguir) y los caracteres sexuales primarios (sí, sí, los benditos genitales) externos e internos, porque además del pene y de la vulva tenemos el útero, los ovarios y los testículos.
Y resulta que todo ello tendría que alinearse perfectamente para tener lo que ustedes llaman "hombre y mujer". Es decir, un código genético XX con una vagina, su útero y sus ovarios, sus hormonas y su aspecto femenino. Y para un hombre, lo mismo. Pero resulta que pueden pasar muchas cosas. Puede ser que haya personas con un código genético XY que tengan aspecto externo de mujeres, lo que se llama Síndrome de Swyer, y viceversa, el Síndrome de LaChapelle; puede haber mujeres cuyo clítoris es en realidad un pene pequeñito, y sus ovarios resulta que son testículos que no han descendido. Puede que haya hombres cuyos testículos son, internamente, ovarios que sí han descendido. Puede que haya personas XX cuya mayor carga de hormonas androgénicas generen caracteres secundarios masculinos, como mayor masa muscular, y puede haber personas XY con insensibilidad androgénica, es decir, que no respondan a sus propias hormonas y desarrollen caracteres femeninos — el Síndrome de Morris—. Puede que haya trisomías, ya que existen personas XYY —el superhombre—, XXY, XXX —la supermujer—... Todas estas variaciones conllevan, en algunos casos, problemas de salud y en otros, simplemente, un aspecto algo distinto.
Les estoy hablando, por si no lo sabían los señores de HazteOír, de las personas intersexo. Personas que, sin tener que llevar a cabo ninguna alteración de su cuerpo, se sitúan en el espectro del sexo. Ellos también han sufrido estigma, patologización y operaciones innecesarias, invasivas y sin su consentimiento, muy dañinas para la mente e incluso el cuerpo, como todos aquellos que osan salirse de su preciado binarismo. El sexo, la parte estrictamente biológica y que se relaciona, de la manera que sea, con el constructo del género, tampoco es A y B, señores de Hazte Oír. Y nadie se está inventando esta identidad: está ahí, con pruebas científicas, al alcance de sus ojos, si quieren mirar.
No voy a llamarles, repito, todas las cosas que podría llamarles. Simplemente ignorantes. Porque resulta que ni muchos niños tienen pene, ni muchas niñas tienen vulva.
Les estoy hablando, por si no lo sabían los señores de HazteOír, de las personas intersexo. Personas que, sin tener que llevar a cabo ninguna alteración de su cuerpo, se sitúan en el espectro del sexo. Ellos también han sufrido estigma, patologización y operaciones innecesarias, invasivas y sin su consentimiento, muy dañinas para la mente e incluso el cuerpo, como todos aquellos que osan salirse de su preciado binarismo. El sexo, la parte estrictamente biológica y que se relaciona, de la manera que sea, con el constructo del género, tampoco es A y B, señores de Hazte Oír. Y nadie se está inventando esta identidad: está ahí, con pruebas científicas, al alcance de sus ojos, si quieren mirar.
No voy a llamarles, repito, todas las cosas que podría llamarles. Simplemente ignorantes. Porque resulta que ni muchos niños tienen pene, ni muchas niñas tienen vulva.
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