El otro día, salí de clase. Por la mañana me había puesto unos vaqueros y una camiseta negros, olvidándome de que estamos en Andalucía. Para cuando me dirigía a casa, a las seis de la tarde, estaba sudando, me había recogido el pelo en un moño muy poco favorecedor y no tenía fuerzas ni para estar de mal humor.
Entonces pasó un coche a mi lado y el copiloto sacó la cabeza por la ventanilla para gritarme algo en las líneas de "Oye, mami linda". No recuerdo las palabras exactas, pero sabéis de qué estoy hablando.
Y yo, que normalmente les regalo la mirada de la muerte y algún insulto, si me siento generosa, en un primer momento me sentí halagada. Me sobraba toda la ropa del mundo, me sentía incómoda, me sentía fea y, después de un examen particularmente estúpido, también me sentía un poco tonta. Pero cuando aquel cerdo decidió hacerme saber que me encontraba sexualmente deseable, mi primer pensamiento fue "Bueno, por lo menos le resulto atractiva a alguien".
Mi segundo pensamiento fue, "¿qué mierda estás pensando, Beatriz? ¡Cerdo, guarro, asqueroso, vete a la mierda!". Me sentí asqueada, no solo por aquel chico, sino por mí misma. Porque, en un mal momento, había vuelto a caer en la falsa creencia de que mi valor puede estar medido por mi atractivo físico, de que lo que pueda opinar un desconocido tiene alguna importancia, de que si no te gritan guarradas por la calle es que no eres guapa. ¿Qué pasa, que soy feminista solo de palabra? ¿Que consejos vendo, que para mí no tengo?
Es normal caer de vez en cuando, o incluso siempre, en lo que nos han enseñado desde pequeños. El proceso de desaprenderer es largo y continuo. Puede que te griten por la calle y te sientas halagada, puede que veas una mujer con falda corta y pienses que va provocando, puede que tu amiga te esté contando el sexo increíble que tuvo con un desconocido y estés pensando que un poco guarra sí que es. Es normal, porque es lo que nos han enseñado a pensar, el mensaje que recibimos a diario de medios de comunicación, de gente de nuestro entorno, del humor, la cultura que se construye sobre una misoginia galopante.
Lo importante es lo que piensas después. Si tu segundo pensamiento es, "no, ella podría ir desnuda en el Metro y aun así no estaría provocando", "no, puede acostarse con quien le dé la gana mientras todo sea consensual y seguro", "no, no quiero que me grites por la calle, quiero que te vayas a la mierda". Porque el primer pensamiento que te viene a la cabeza es lo que te han enseñado a pensar, y el segundo es lo que quieres pensar.
En inglés, la expresión "Pensándolo mejor" se traduce como "On second thought". En un segundo pensamiento. Ahí es donde quiero vivir yo: en mis segundos pensamientos.
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