Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Si así fuera, yo no podría pisar Bolivia, Roma, Londres; no debería ni pensar en algunos campamentos, ni hablemos de aquellos parques y de aquel charco. Aunque yo lo hago: una y otra vez, vuelvo al lugar donde fui feliz y, aunque los recuerdos son agridulces y la nostalgia abrumadora a veces, lo cierto es que no me han impedido volver a ser feliz. Pero vale: hagamos caso a nuestros mayores. Aceptemos que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.Nos queda claro a todos.
Pero, ¿y al lugar donde no lo has sido? ¿Y al lugar donde pasaste horas interminables, donde conociste gente a la que no tienes ningún interés en volver a ver, donde te asombraron los infinitos límites de la ineptitud humana? ¿Por qué nadie habla de volver a esos sitios?
Yo también vuelvo a esos sitios. He vuelto mucho a mi antiguo instituto. Y el lunes, fui de visita a la universidad. Al lugar en el que no podía pasar ni un día más. Volví y, libre de la obligación de puntualidad, de asignaturas que ni me gustan ni me interesan, de profesores arbitrarios y favoritistas, de compañeros petardos y de insufribles sabelotodos... Oye, que me gustó. Libre de ser universitaria, la universidad me volvió a encantar.
Hay que seguir adelante, siempre adelante, estoy de acuerdo. Pero que esa línea recta huyendo del tiempo no os impida volver. Volved a los lugares donde fuisteis felices. Y volved también a donde no lo fuisteis. Porque la hierba os parecerá más verde, los edificios más bonitos, la gente más amable. El regreso te reconcilia con los recuerdos, te reconcilia con la vida. Se ven las cosas de otra manera.
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