Hay cosas en esta vida que son alegrías que duelen. Como los placeres culpables. A quién no le encanta un brownie bien hecho. Ay, pero es que engorda... Ese tipo de cosas que dan tanto placer como dolor y hay veces que hasta se confunden. Aunque, afortunadamente, suele ganar el placer.
Hoy, hemos tenido tres alegrías que duelen. Hemos despedido a Diana, Briana y Jazmín, que durante dos y tres años han vivido en el Hogar Creamos y ya definitivamente se iban con sus familias. Y no cabían más sonrisas en la casa. Pero también hemos llorado todos. Los padres porque los hijos del corazón tardan en llegar y algunos, como Diana y Briana, tienen que viajar desde Cochabamba a Suiza para llegar a casa. Las mamitas que durante estos años les han querido, porque se les marchan tres hijas. Y el resto, de verles a ellos, de sentirles a ellos.
El objetivo del Hogar está claro: alimentar, vestir, educar, cuidad y querer a niños que, por una cosa u otra, no tienen padres. Y conseguir que esos niños lleguen sanos y salvos hasta sus nuevas familias. Hoy se cumplía por triplicado ese objetivo. Pero cómo lloraban las mamitas que se quedaban atrás, con sus otros quince niños. De alegría y de pena, todo mezclado y sin distinguir.
Como muy bien lo ha definido una de ellas, alegrías que duelen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario