Ayer, empecé una nueva asignatura. Poesía española contemporánea. En ella, vamos a hablar de la vanguardia, es decir, de la Generación del 27. Dejando aparte lo chocante que me pareció considerar los principios del siglo XX como poesía contemporánea, me gustaba el programa. Son escritores que conozco, con los que me siento cómoda, de los que quizá no tenga necesidad de volver a hablar, pero tampoco voy a pasarlo mal por leer de nuevo a Miguel Hernández o Alberti, ¿verdad? Son los grandes. Son la Edad de Plata. Se merecen una lectura, una relectura, una requetelectura.
|
Ernestina Champourcin |
Pero hete aquí que al final del temario, tímidamente, asomaba la cabeza una frase que había oído pocas veces antes:
Las mujeres del 27. No las esposas del 27, no Zenobia y todas las que vinieron. No las que tuvieron que quedarse en casa,
sirviendo incontables tazas de café mientras sus genios escribían. No las que con su dedicación, su paciencia y su amor tuvieron a bien regalarnos Cien años de soledad, Rayuela o
La ciudad y los perros.
|
Josefina de la Torre |
No, no esas mujeres olvidadas, sino
las silenciadas. Las que sí escribían, las que llevaban tanta poesía dentro como Salinas o Cernuda, o incluso más, y no fueron incluidas en esta generación de chanchulleros. Se lo dije a mi padre, se lo dije a algunos compañeros: qué extraordinario que nos quieran hablar de estas mujeres de las que nadie habla. Y me encontré con que tantos y tantas creen que no se habla de ellas porque no tenían la misma calidad. No iré a hacer daño y decir que es difícil tener menos calidad -literaria- que Dámaso. Solo diré que, sí, quizá aquello fue cierto en algún momento.
|
María Teresa León |
Siglo XV. Las mujeres son adornos, son donnas angelicatas o brujas, son productoras de bebés. No son lectoras, ni viajeras, ni tienen la posibilidad de vivir, mucho menos de escribir. Se puede decir que las pocas que escribieron no pasaron a los anales de la historia porque tampoco lo merecían, porque no tenían calidad. Venga, te lo compro.
Pero no en este caso. No cuando la Generación del 27 fue inventada, diseñada, como un perfecto mecanismo de ingeniería editorial. No cuando tenemos las voces de esas mujeres, indignadas, reclamando ser tenidas en cuenta. "
Mira, tú [Gerardo Diego] nos excluirás, pero yo debajo de la falda llevo un pantalón". Lo estaban gritando y, todavía hoy, nos negamos a escucharlo. Los niños de Juan Ramón se hacían antologías y se citaban entre ellos, libres y felices, mientras ellas tenían que pelearse por un hueco en cualquier revista.
|
Concha Méndez |
La historia se cuenta desde el lado de los vencedores. Por eso los negros no se habían inventado en la Edad Media, si nos creemos las películas. Por eso las mujeres no salieron de la cocina hasta los años 60, por lo menos, si nos creemos los catálogos editoriales. Por eso no puedo esperar a hablar de las mujeres del 27. Porque de Lorca ya ha hablado suficiente gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario