I have this feeling of protectiveness over characters I want to play. I worry about them -if someone else gets the part, I'm afraid they won't do it right; they'll make the character a victim or they'll make her a villain or they'll just get it wrong somehow...
Tengo una actitud protectora hacia los personajes que quiero interpretar. Me preocupo por ellos -si otra persona consigue el papel, temo que no lo harán bien; convertirán al personaje en una víctima o la harán un villano o simplemente lo entenderán mal de alguna manera...
No sabéis cómo entiendo a Jennifer Lawrence. Porque cuando otra persona -especialmente un profesor- habla de algún libro que me encanta, o de un poeta con el que he crecido, o de un personaje que es tan mío como de su autor, me da pánico. Me da pánico que no le comprendan, que se pongan a interpretar lo que les da la gana por ser más transgresores y más alternativos que nadie, en lugar de intentar comprender a la persona que hay detrás de las palabras.
Odio hablar con la gente de Machado, o de Salinas, o de Lorca, o de Bécquer. Me toca la moral la gente que juzga a Hermione Granger, y os aconsejaría no mencionar a Ana Ozores en mi presencia. Me parece de un simplismo estúpido reducir un poema a su rima o a su métrica. Que es importante, sí. Que es muy poco importante comparado con el espíritu que alienta toda la poesía de un autor, también.
No sé si esto me incapacita para ser filóloga. Lo cierto es que no me importa que critiquen a quien me gusta, pero sí me da puñaladas el hecho de que no les comprendan. Que se queden en esa superficie tan cómoda que es el comentario de texto guionizado, que intenten hacerlo objetivo cuando precisamente el arte es la sublemación de la subjetividad. Me parece un ataque a la humanidad intentar pragmatizar la literatura.
Y no sé si esto me hará, precisamente, mejor filóloga.
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