El otro día, fui a apuntarme como voluntaria en una actividad de la universidad y, entre otras cosas, tuve que rellenar un formulario en el que me preguntaban ¿Por qué quieres ser voluntaria?
En un principio, pensé, porque sí.
Porque quiero hacerlo. Porque me parece importante. Porque nadie me obliga ni quiero limpiar mi conciencia, simplemente quiero hacerlo.
Pero luego lo pensé mejor y dije, porque no.
Porque no puedo permanecer indiferente ante toda la necesidad que hay en el mundo. Porque no quiero vivir centrada en mí misma, cuando hay tanta gente que no tiene nadie que piense en ellos. Porque no puedo no ayudar si puedo hacerlo. No digo que sea Superman, ni siquiera que sea imprescindible, simplemente que en algo podré ayudar y, mientras sea útil para alguien, no puedo quedarme al margen. Porque más allá de los razonamientos complejos y extensos que puedo dar, y puedo darlos, cuando veo la pobreza, la necesidad, la injusticia, mi primera reacción es pensar "no".
No. No lo quiero, no lo acepto, no lo ignoro y no me resigno.
Por eso quiero ser voluntaria.
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