Los días de lluvia siempre me ponen triste. Hay atascos en todas mis vías neuronales y frecuentes choques accidentales contra recuerdos que deberían haberse quedado en casa. Mis emociones se olvidan siempre el paraguas y claro, se calan. Y encima los día-a-días son esas personas odiosas que sí lo llevan y, aun así, caminan bajo techado, obligándolas a esquivar los charcos. Esos charcos que se hacen en mi barrio, que son como océanos en los que ahogarse sin remedio.
Los días de lluvia vienen para mojarme más por dentro que por fuera. Y a mí siempre me ha gustado empaparme.
No me canso de quitarme el sombrero cuando llueve, por mojarme las canciones...
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