Hoy, se ha anunciado el Nobel de Literatura. Por primera vez desde 2010, conozco a la galardonada. Alice Munro. Una fantástica escritora de relatos cortos. Una cuentista.
En toda su vida, Alice ha publicado una sola novela, y trece colecciones de cuentos. Pocos autores han hecho esto. No sé muy bien por qué, el relato se considera un género menor. A lo mejor porque es pequeño, en comparación con sus hermanas las novelas, pero permitidme decir como la tercera de la familia, como la eterna "niña", que no es nada deshonroso ser chiquita. Hay extraordinarios cuentistas en la historia de la literatura: Cortázar, Maupassant, García Márquez, Poe, Quiroga, Kafka, Juan Rulfo, Chéjov, Borges, Hemingway, Vargas Llosa, Monterroso... Podría seguir. Todo nombres que os suenan, ¿verdad? Todos escritores magníficos, eternos, imprescindibles. Clásicos.
Pero no sé por qué, el cuento se considera la versión para vagos de la novela, lo que lees cuando te da pereza coger una novela de verdad, lo que escriben los que empiezan a escribir y lo que leen los que empiezan a leer. Bocetos. Ensayos. Toda mi vida, he escrito relatos cortos pensando, "Tengo que escribir una novela. Tengo que ponerme ya porque, si ya es difícil vivir de novelas, es imposible vivir de cuentos. Tengo que ponerme a escribir en serio. Tengo que escribir novela".
Y sin embargo, me apunto a un curso de relato corto, porque no puedo sentirme irremediablemente atraída a esas pildorillas de sabiduría, a esa narración fulminante que nace de la inspiración pura y que, según los expertos, debería escribirse igual que se lee, de una sentada. Y al día siguiente, una cuentista gana el premio Nobel.
No creo en las casualidades.
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