Dicen que es difícil contestar a ciertas preguntas. Ya sabéis, las trascendentales, las grandes cuestiones de la filosofía.
Que no os engañen.
Lo que es difícil es hacer buenas preguntas.
Las preguntas adecuadas a cada momento, las que necesitas oír, aquellas para las que no tienes respuesta, pero te dan ganas de buscarla. Las preguntas que te ayudan a ser mejor, a crecer, a avanzar por el camino que quieres y no por el que te dicta la inercia. No tenéis ni idea de lo difícil que es hacer ese tipo de preguntas.
Por fortuna, tengo a mi alrededor personas que tienen el don de hacerlas, así de fácil, así de natural. Como si llevasen toda la vida haciéndome cuestionarme a mí misma. Sí, claro que lo habéis adivinado. Mi hermana.
Todos deberíamos tener, por prescripción médica, una conversación anual con mi hermana. Por lo menos.
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