Tatiana es una niña del Preefa. Tiene 17 años, aunque su voz, sus palabras y sus actos son los de una persona mucho más pequeña. Tatiana acude de lunes a viernes a este colegio de educación especial y en la clase de repostería aprende a cocinar para, cuando sea mayor, tener un oficio. Esto, que parece tan simple, para Tatiana es muy complicado. No sabe leer ni escribir una receta, y a sus manos les cuesta mucho coger el lápiz para hacer las letras.
Hoy, mientras el resto hacían sumas y dictados, Tatiana y yo hemos estado practicando la letra i. Aunque ella la reconoce y sabe bien cómo se hace (curvita para arriba, curvita para abajo y un punto encima), ha llenado toda una página de su cuaderno con montañitas, como ues invertidas. Inútil repetirle la letra, guiarle la mano, ir por partes... En cuanto le pedía que hiciese una i sola, volvía a sus montañitas.
Pero, de pronto, ha hecho un palito. Y otro. Y otro, y otro, y otro. Toda una línea de palitos. Y después, todos sus puntos encima. Qué triunfo. Qué alegría, al comprender que era eso lo que le estaba pidiendo. Qué sonrisa tan amplia llevábamos las dos al salir al recreo, con una página entera llena de palitos.
Os lo aseguro. Nunca una i había provocado tantos aplausos.
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