No tengo altas mis expectativas sobre este año. Las tengo muy, muy bajas, de hecho. Poco a poco, aprendo a dejarme sorprender.
Pero una cosa es esperar poco de lo que pueda venir, entrar limpio en el año, sin querer nada, sin desear nada. Y otra es no proponerse nada. El principio del calendario es un momento tan bueno como cualquier otro para marcarse objetivos. Hagámoslo.
Tendrán que ser cosas concretas. Cosas conmensurables, que se puedan medir y contar, de las que pueda responder cuando llegue diciembre. Ser mejor persona y tener más paciencia está bien, pero quiero al final del año tener una lista de las cosas que he cumplido y las que no. Con esto en mente, este año me propongo:
- Cumplir el reto de los 50 libros. En los dos años anteriores no lo he hecho; en uno me quedé cerca, en el otro ni siquiera un poco. Y esto, en mi caso, es vergonzoso y fácilmente evitable.
- Leer todos los días. Siendo filóloga y lectora voraz, me entristece decir que en 2016 he pasado no días, sino semanas enteras sin coger un libro. Falta de tiempo, a veces, pero sobre todo de motivación. Y para esto, no hay más solución que volver a subirse al caballo.
- Visitar, al menos, un país nuevo. El año pasado viajé bastante, y fue fantástico, pero no sumé países. Sí lugares -Mallorca, Lisboa- que me encantaron, pero este año me gustaría ir a algún sitio nuevo. Uno, por lo menos.
- Escribir un libro. El segundo, en mi caso. Sea de cuentos o una novela, que para el 31 de diciembre haya escrito lo suficiente.
- Encontrar un trabajo. No digo el trabajo de mi vida, no digo ni siquiera un trabajo con un sueldo digno ni a jornada completa. Pero que al llegar la Navidad, alguien me haya contratado.
- Escribir tres entradas al mes. He perdido el hábito y me cuesta sentarme delante de esta pantalla en blanco -aunque folios que rellenar, precisamente en mi vida, no faltan-, pero me parece que algo menos de una entrada a la semana no es una locura. Es hora de recuperar mis palabras.
- Tomar decisiones respecto a la tesis. Lo voy posponiendo, pero también es momento de pensar qué, cuándo, cómo y con quién quiero escribir una tesis. Por qué también, pero quizá esa sea una reflexión a largo plazo. En cualquier caso, tengo que moverme, o empezaré a ser una ameba.
Queda dicho ante el mundo. DosMilDiecisiete, voy a por ti.
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