martes, 8 de marzo de 2016

Trabajadoras a tiempo completo

Para la mayoría, el género no marcado es el masculino. Concretamente, el masculino blanco, heterosexual, de clase media, buena salud y de una edad ni demasiado joven, ni demasiado anciana. Y todo lo demás está marcado por la diferencia. No es mi caso. En mi casa, somos mayoría de mujeres. Desde 1973 no nace un hombre en esta familia -que me perdone mi cuñado, porque al fin y al cabo él ya llegó criado-.

Así que cuando me pregunto si soy mujer trabajadora, a pesar de ser estudiante, quiero contestar que sí. Porque trabajo por ellas, por seguir el ejemplo de las que vinieron antes y por ser ejemplo de las seis que vienen detrás. Dice mi cuñado que no solo hay que preguntarse qué mundo le dejamos a nuestros hijos, sino qué hijos le dejamos a nuestro mundo. Quiero creer que nosotros, nosotras, dejamos a seis mujeres que serán extraordinarias. Y que a ellas les dejamos un mundo un poco más justo, un poco más equilibrado, un poco más fácil. 

Quiero que cuando Ainara crezca, no tenga una historia de terror que contar sobre aquel hombre que la tocó en el autobús, en una discoteca o por la calle. Quiero que si Clara decide no maquillarse nunca, nadie la mire dos veces por ello; y que si María decide invertir su sueldo de un mes en brochas y cintas para el pelo, tampoco nadie tenga nada que decir. Quiero que si Teresa decide ser médico, no tenga que luchar por ser tomada tan en serio como sus compañeros de promoción. Quiero que cuando Mar salga a comer con su futuro marido, si lo tiene, dejen la cuenta en medio en lugar de dársela a él. Quiero que a Libertad le paguen el mismo sueldo que a sus compañeros, sin importar ni su género ni su raza.

Quiero que no tengan que escarbar en los anales de la historia para encontrar mujeres extraordinarias, sino que se lo den hecho. Que escritoras, científicas, deportistas y amas de casa por igual sean celebradas por sus logros, no ignoradas. Que cuando crezcan, sepan que existieron niñas como ellas que lucharon por la educación, por la libertad, por la inclusión, por la normalización de todos los tipos, formas y colores de belleza. Que algún día, nadie tenga que felicitarlas un 8 de marzo, porque el género no marcado no será el masculino.

Pero hasta entonces, feliz día de la mujer trabajadora. A todas las que trabajan fuera de casa, y a las que trabajan dentro. A las que trabajan cuidando a sus hijos, y a las que trabajan cuidándose a sí mismas. A las que trabajan aquí, y en Bolivia, en Asia, en África, por todo el mundo. A todas ellas.


Porque, admitámoslo, ser mujer es un trabajo a tiempo completo.

1 comentario:

  1. Pues, aunque un poco tarde, felicidades a ti también. Me he encontrado con tu blog de casualidad, pero me gusta. Seguiré viniendo (con tu permiso).

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