"Un templo nuevo, rectangular, sin más historia que la que
presencia cada día. A los lados del Cristo crucificado se abren grietas en la
pintura blanca; las paredes están invadidas de humedad y de ese frío que se
mete en los huesos y se hace fuerte. Es la misa de familias y los primeros
bancos están llenos de niños y adolescentes, al fondo los ancianos que miran,
unos sonriendo y otros con reprobación, las distracciones de los más pequeños.
Sobre el altar, el pan y el vino esperando a que el sacerdote, con alba blanca
y casulla verde, los atienda. “Y Jesús,
la noche en que iba a ser entregado...”.
A la derecha, tres familias se arrodillan y agachan la
cabeza, en solemne silencio. Algunos pequeños los imitan, protestando por lo
frío y lo duro que está el suelo, riendo y empujándose unos a otros. Una de
ellos, de pelo negro y sonrisa traviesa, le quita a su madre el pañuelo que ha
dejado a su lado y gira, bailarina a destiempo, delante de los primeros bancos.
Al fondo, todos los ancianos prendidos de las palabras del sacerdote. “Tomad y comed todos de él...”. Entre los
abrigos de pieles y las boinas suaves, ablandadas por el uso, crujen las
articulaciones cansadas y una respiración más forzosa que las otras. Una mujer,
la mayor de la comunidad, apoya la frente en sus manos enlazadas y desde la silla
de ruedas murmura con el celebrante. “Después,
tomó el cáliz...”.
Junto al altar, en un círculo de sillas de madera
desvencijadas e incómodas, un grupo con guitarras que, de pie, sostienen en
difícil equilibrio sus instrumentos. Uno ajusta las cuerdas enredadas en el
clavijero, ajeno a la consagración. “Lo dio a sus discípulos, diciendo...”.
Un bebé protesta y su llanto atraviesa el silencio. Pasos
apresurados y la puerta que se abre y se cierra; el sonido llega ahora atenuado
mientras su padre lo arrulla en el patio. Su hermano pide permiso para salir
también, aburrido por la larga ceremonia, y su madre le pide un minuto de
paciencia.
“Haced esto en
conmemoración mía”.
El sacerdote se arrodilla ante el cáliz y la patena y por
un momento, se detiene el aire. La bailarina no gira, los ancianos no se
acomodan, las guitarras sostienen sus cuerdas, niños y mayores pendientes del
milagro. Y después de segundos que quizá sean años, el hombre, de pelo blanco a
juego con su vestidura, se levanta.
Para los que lo preguntáis, todavía no hemos empezado a corregir, así que no puedo aclararos qué pretenden exactamente estos ejercicios. Pero, para la próxima semana...
3. Descripción de una situación en movimiento. (Sugerencia: un museo, entrada y salida del metro, las taquillas de un cine...)
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