viernes, 17 de octubre de 2014

Física

La belleza está en el interior.

¡Meec! Error.

Vale, corrijo.

La belleza física está en el interior.

¡Meeeeec! Error, y de los gordos.

La belleza física está, sorprendentemente, en el físico. A quién no le gusta un pelo maravilloso, unos ojos fascinantes, una sonrisa contagiosa, un cuerpo de escándalo. Quién vería a esa persona, esa persona que es tan tu tipo que parece que la hayas dibujado tú, y piensa, "Uy, no, es demasiado guapo/a, que ni se me acerque". A ver, quién. Porque yo no.

La cosa es que la belleza física, a pesar de ser exterior, está dramáticamente ligada al interior. Por eso podemos enamorarnos locamente meses o incluso años después de conocer a alguien. Por eso conoces a alguien y piensas, "Bueno. No está mal". Y de pronto su carácter empieza a filtrarse a través de sus poros y de su voz y sus sonrisas y sus ojos. Sus rasgos cambian, aunque sean los mismos. Y de pronto esa persona es la más atractiva que hayas tenido la suerte de cruzarte. Conoces sus pequeñas manías y sus grandes obsesiones, por qué se ríe y por qué llora, qué quiere decir detrás de esas bromas tontas, con qué sueña cuando no le ve nadie y sobre qué le miente a la gente. Conoces lo que hay detrás de esa persona que "no está mal" y todos esos detalles maravillosos se le tatúan en la cara. Que es la misma, pero no.

La belleza está en el exterior, esto es cierto. Pero, afortunadamente para nosotros, la belleza interior la sobrepasa en tantas ocasiones que casi sería cierto decir que la belleza está en el corazón.

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