He hecho un descubrimiento. Un hecho simple pero que cada vez tengo más claro. Esta mañana, he salido tarde de casa; quería dejar todo recogido porque a mi madre la han operado de la muñeca y no podría dejarlo todo como a ella le gusta. Curiosamente, todos y cada uno de los transportes públicos que he cogido hoy ha llegado según entraba en el andén y no he llegado tarde, al final. Esta tarde, he dejado de adelantar cosas para clase, y no os cuento cuánto debería haberme quedado estudiando, para irme con mis niños de Labouré. Y estando con ellos se me ha pasado la migraña que llevaba arrastrando todo el día.
Mi descubrimiento es simple. Cuando haces algo bueno, algo genuinamente desinteresado; cuando a cambio de una acción solidaria no esperas ni siquiera que alguien te dé las gracias, algo bueno viene a cambio. No es karma (entre otras cosas porque el karma actúa entre vidas y no automáticamente, pero discutamos luego sobre religiones orientales), es puro equilibrio universal. Cuando te desprendes de algo, ya sea ropa, tu tiempo o tu esfuerzo, algo tiene que venir a llenar ese vacío. El universo no puede permitirse espacios vacíos, así que pone en tu camino trenes puntuales, niños amorosos y bolsos de cuero a 5€.
No es que se necesiten razones para ser filántropo, solidario y desinteresado. Repito que estas repercusiones positivas solo se dan cuando no esperas nada a cambio: el agradecimiento o la propia satisfacción personal, o simplemente dar solo lo que te sobra, ya llenan el vacío. Pero, por si acaso alguien necesita razones... Esa es una. Contribuyamos al equilibrio del universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario