Todos tenemos una voz. La nuestra, propia e intransferible y, aunque, nos puedan confundir con nuestra hermana por teléfono, en general distinguible. Todos, al oír una voz, sabríamos de quién es. Pero, ¿sabríais describir una voz? Hay voces agudas, voces graves, chillonas, cálidas, acogedoras, desagradables. Podemos describir una cara para un retrato robot pero, ¿cómo se hace un retrato robot de una voz?
Con los escritores pasa lo mismo. Cada autor tiene su voz, que no es lo mismo que el estilo, sino algo más sutil que les identifican escriban poesía, cuento, novela o una felicitación del día de la madre. La cosa se complica cuando, además, hay que buscar la voz dentro del relato. Porque sí, además en cada historia hay una voz apropiada y única para narrarla.
La literatura está llena de voces.
Así que, cuando después de tanto tiempo escribiendo, empiezas a oír la tuya propia, y encima te gusta, merece una fiesta.
Cuando, además, empiezas a descubrir otras voces vecinas, no iguales, pero suficientemente cercanas como para oírlas... En fin. Debería estar bailando hasta el amanecer.
Permaneced a la escucha. Oiréis voces. (No os mediquéis. Es lo mejor que podría pasaros).
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