"En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que sólo espera que regrese la vida."
Así se me presenta mi último regalo de reyes atrasado, El viaje íntimo de la locura, de don Roberto Iniesta. Me ha llegado un poco tarde, porque se lo pedí a gritos a Baltasar en la cabalgata. Pero mi rey favorito, siempre cumplidor, me lo ha mandado por correo.
Mi madre, y muchas madres, y muchas que no son madres ni pretenden serlo, huirían despavoridas si viesen al Robe por la calle. No me extraña, por otra parte. Hay que dejarlo acercarse. Hay que escucharle, y leerle, y sentirle. Porque, si te pones La Ley Innata de fondo, muy suavecito, y te tumbas en la cama, le puedes sentir tumbándose a tu lado. Tocándote el alma.
Es la magia de las palabras. Que tú las sueltas, y viajan, y se alojan en el interior de otras personas. Robe lleva mucho tiempo metido dentro de mí, sin pagar ni alquiler, que no se lo exijo. Y sospecho que, cuando me libere de las responsabilidades que ahora mismo me aplastan, se va a construir su casa sobre piedra. No puedo esperar a que llegue el 18 de enero.
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