No me extraña que nos manifestemos tanto últimamente. Y eso que somos una generación a la que se le ha dado todo, no sólo lo que necesitábamos (y es que conozco poca -o ninguna- gente que no tenga cama donde dormir, comida en la mesa, agua corriente, más ropa de la que necesita, y por su puesto un móvil y un ordenador, aunque sea a compartir entre toda la familia. Que tampoco es el caso) si no lo que pedíamos, lo que se nos antojaba, lo que salía en cada momento por nuestra boquita. Y nos lo han dado ahora, y ahora queremos las cosas.
Pero también somos una generación a la que se le prometió todo. A la que se le juró (por lo menos a mí) que con una carrera se llegaba a ser alguien en la vida, que si estudiabas y te preparabas tendrías un buen trabajo, que con esfuerzo se conseguía un futuro, que el inglés y la informática eran importantes. Que sería duro, porque sin experiencia no se contrata a (casi) nadie, pero sería posible. Y nos encontramos con una carrera acabada, algunos incluso con másters, con experiencia los que tenían mucha suerte, con más preparación que todas las generaciones anteriores... Y en la calle. O, con suerte, repartiendo hamburguesas; eso sí, en fluido inglés y alemán y con un manejo de las vueltas que sólo la carrera de económicas puede darte. Y estoy hablando de la gente con la que yo me muevo, que en general ha estudiado o está en ello. No quiero ni pensar en aquellos que empezaron a trabajar pronto y ahora se encuentran también en la calle, sin trabajo ni formación ni nadie a quien pedirle explicaciones.
No me extraña que nos manifestemos, que nos quejemos, que salgamos del pasotismo adolescente que con tanta alegría nos han colocado. Porque nos sentimos estafados, víctimas de un sistema que se nos dio hecho y que no podemos arreglar, porque somos demasiado jóvenes como para que nos dejen hacerlo. Estoy a punto de empezar la universidad, y me encuentro pensando si en cuatro años esto habrá remontado lo suficiente como para encontrar un trabajo. Esto no venía en el contrato que yo firmé hace dieciocho años.
A mí me han engañado.
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