He acabado la carrera. Igual no lo he dicho lo suficiente en los últimos meses. He acabado la carrera. He acabado la carrera. ¡He acabado la carrera!
He acabado la carrera y todavía no me lo creo. He tenido que volver varias veces a la facultad a varios papeleos y a la graduación; todavía me queda un viaje seguro, en siete u ocho meses, para recoger mi título. El papel que certifica que soy graduada en Estudios Hispánicos, que he acabado la carrera. Y aun así cada vez que paseo por esos pasillos imposibles llenos de escaleras y con un olor peculiar me parece que en septiembre volveré, que el paisaje del curso que viene será el mismo.
Y no. En septiembre, u octubre, estaré en Salamanca, empezando algo completamente nuevo. Hoy he hecho burocracia para matricularme en el máster y para pedir plaza en una residencia. Voy a vivir sola, a un par de horas de casa, pero sola. Voy a estudiar un máster lleno de asignaturas que, ojalá sea verdad, prometen maravillas. Todo esto porque he acabado la carrera.
Y hoy, justo hoy, he empezado a trabajar. No cuidando niños, no dando clases particulares: un trabajo. De siete días, vale, en el Arcángel, vale, pero un trabajo, con su horario, su contrato, su jefa y sus responsabilidades. Mientras me daban de alta en la Seguridad Social, me han dicho "¡Qué emoción! ¡Entras en el mundo laboral!". Y me ha dado un vuelco el estómago. Es cierto. He acabado la carrera y, aunque voy a seguir estudiando por lo menos un año más, lo cierto es que entro en el mercado laboral. Entro en el mundo de los adultos.
No sé muy bien cómo me siento. He acabado una parte inmensa de mi vida, una parte que no creía que acabaría nunca. No solo la carrera. Mi época de estudiante (aunque sí, me queda al menos un año. Posiblemente más. Pero hasta aquí estaba todo claro: Primaria, ESO, Bachillerato, Universidad. ¿Y después, qué? Por eso, quiero decir, acaba mi época de estudiante. La época que recorría con el camino marcado, por la senda segura). Acaba, de alguna manera, la zona de seguridad, y el mundo entero se abre ante mí. Y yo con una balsa de ramitas, me lanzo a navegarlo. No sé cómo me siento, pero es abrumador y emocionante, terrorífico, alucinante, estresante, y está lleno de posibilidades. The world is my oyster.
Todavía no sé cómo me siento. Pero pienso aprovecharlo.
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