"Si puedes soñarlo, puedes hacerlo", decían. Lo decía Andrés, en concreto. Ya sabéis qué Andrés. Mi Andrés. "Querer es poder". Pero resulta que no, que querer es solamente querer. Y a veces, no es suficiente.
Así que estás vendiéndome humo, Andrés, seguramente mientras te lleves a cualquier niña mona detrás de cada escenario. No te juzgo, que esa es tu vida y esta es la mía, y yo aquí he venido porque me dices cosas bonitas, y lo que hagas detrás de una puerta cerrada o incluso en el baño de cualquier discoteca, sin pestillo ni nada, no me importa. Véndeme un incendio, que hasta te diré que me gusta.
El verdadero problema lo tengo con esas personas cuya vida sí te importa y aun así siguen haciendo hogueras con leña verde. Esas personas que de tanto hablar se les va a quemar el monte. Esas personas que no saben que ni el blanco es negro, ni lo malo es bueno, ni querer es poder. Que las cosas son lo que son, y raramente son algo más. Y quizá por eso, porque no saben que poco más podemos esperar, se quedan en nada.
Así que tú, Andrés, véndeme el humo del color que más te guste, cántame todo lo que nunca debiste componer y mientras tanto, besa a la más bella de Madrid y que cada noche tenga un nombre. Eso sí, que siempre calce más de un treinta y seis. No se nos vayan a joder las canciones. Pero el resto, vamos a cuidar del medio ambiente. Vamos a comer más nueces y hacer menos ruido.
Vamos a callarnos, que hace tiempo que se nos pasó el momento de las palabras vacías.
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