"Creo que en este mundo tienes que elegir cómo cuentas las historias tristes, y nosotros elegimos la versión divertida"
Quiero elegir, siempre que pueda, la versión divertida. Si hay que contar algo, si no puedo pasar por encima de puntillas y ahorrarle a quien no le interesa la versión pre-editada de mi vida, prefiero contar la versión divertida. La versión sarcástica. La versión que te arranca una sonrisa por cómo se ha dicho, por las voces y los gestos que acompañan algo que, tomado en serio, sería muy trágico.
Porque a nadie va a hacerle bien saber que estás mal. Y no nos engañemos, todos estamos mal, por un motivo u otro. Algunos motivos no pesan casi nada y se van con unas risas; otros están hechos de plomo y se esconden fácilmente, porque se hunden hasta el fondo. Pero el caso es que a nadie le ayuda ver que detrás de bambalinas me canso más y me río menos. A nadie le aporta nada el saber que a veces tengo que convencerme durante horas para levantarme y llegar a tiempo a esa reunión que va a quitarme la energía para el resto de la semana.
Si tengo que desvelar la parte fea de mi vida, los cables y los focos y los decorados sin pintar, elijo, por lo menos, la versión divertida. Y que el fin del mundo nos pille... riendo.
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